El informe elaborado por G-Advisory para Aeversu destaca el potencial ambiental, económico y social del aprovechamiento energético de la fracción no reciclable de los residuos, pero reconoce la controversia que esta actividad genera en la sociedad y reclama al sector más transparencia.
“La promoción de la valorización energética de la fracción no reciclable de los residuos urbanos traería consigo importantes oportunidades para el medio ambiente, la economía y la sociedad en nuestro país”. Así lo recoge un estudio realizado por, del Grupo Garrigues, y que fue encargado por Aeversu, la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos, que aglutina a diez plantas (nueve en España y una en AndorG-Advisoryra) cuya actividad se centra en la recuperación, en forma de electricidad y calor, del poder calorífico de los residuos.
El estudio fue presentado públicamente en Madrid el pasado 6 de octubre, en un acto que contó con la presencia del presidente de Aeversu, Rafael Guinea Mairlot, y el director de G-Advisory, Ernesto Lluch Moreno.
Conforme a la jerarquía de gestión contemplada por la Directiva Marco de Residuos, la valorización energética debe prevalecer sobre el depósito en vertedero. Así lo han entendido numerosos países europeos como Alemania, Suecia, Holanda, Dinamarca, Bélgica y Austria, que decidieron en su momento incrementar de facto la recuperación energética, con valores entre el 35 y el 54% de los residuos urbanos gestionados.
Esto, junto con unos elevados índices de reciclaje material, les ha permitido eliminar prácticamente el uso de vertederos, con índices de vertido inferiores al 4%.
Las plantas de valorización energética están sometidas a un exhaustivo control ambiental, superior al de otras instalaciones industriales
En España, la valorización energética ronda el 10%, mientras que las tasas de vertido alcanzan el 60% de los residuos.
Según el estudio de G-Advisory, la valorización energética constituye un notable apoyo para el cumplimiento de los objetivos de la Unión Europea en relación a los residuos urbanos, y que fundamentalmente pasan por alcanzar, como mínimo, el reciclado del 50% en peso antes de 2020, y disminuir el uso del vertedero, limitando a un máximo del 35% la cantidad de materia biodegradable a depositar en el mismo.
Destaca también las ventajas de la valorización energética de residuos sobre el vertido, como que no precisa de grandes extensiones de suelo, además de ser una actividad sometida a un riguroso y exhaustivo control ambiental derivado de la legislación aplicable, mucho más estricta que la que rige para los vertederos y otras infraestructuras industriales, siendo también menores las emisiones de efecto invernadero.
Una fuente de energía autóctona
La reducción de la dependencia energética exterior de España es otro de los aspectos reseñados. Según cifras de 2013, España estaría asumiendo en la balanza comercial un déficit anual de casi 41.000 millones de euros por la compra de energía. El ahorro por cada MWh de energía eléctrica procedente de estas instalaciones de valorización de residuos se estima en 26,3 euros, lo que significaría un considerable empuje hacia precios de electricidad más competitivos.
Desde la perspectiva social y económica, la valorización energética genera anualmente ingresos por importe de 273 millones de euros y un valor añadido bruto de 90 millones, posibilitando más de un millar de puestos de trabajo.
Se estima que estas cifras podrían duplicarse en 2020 si España apostase por la recuperación energética de la parte no reciclable de los residuos, con la particularidad de que las instalaciones de valorización generan tres veces más inversión que los vertederos, lo que derivaría en una mayor capacidad de generación de actividad económica.
Tras el análisis pormenorizado de todos los aspectos de interés, el estudio reconoce la alta controversia ambiental que históricamente ha llegado a producir la actividad de las plantas de valorización energética, apuntando a la necesidad de que el sector se esfuerce e implique, desde la más absoluta transparencia, en tareas informativas y formativas.
Fuente:
Sogama