Durante décadas se había pensado que la actividad humana sólo aportaba un 5% del fósforo que circula por la atmósfera. Sin embargo, un nuevo estudio revela que prácticamente el 50% del fósforo de la atmósfera tiene un origen antropogénico. China está a la cabeza con un 43% de esa emisión.
El fósforo es un nutriente esencial para la vida y juega, además, un papel fundamental en la agricultura y en la seguridad alimentaria mundial. El fósforo se encuentra en reservorios minerales y en los seres vivos, pero también, a pesar de ser mucho menos conocido, circula por la atmósfera.
Hasta antes de la era industrial, el fósforo se emitía a la atmósfera de forma natural, gracias a las explosiones volcánicas, a la emisión de aerosoles biogénicos, al transporte de polvo continental y de sal marina, y a los incendios forestales.
Hasta antes de la era industrial, el fósforo se emitía a la atmósfera de forma natural, gracias a las explosiones volcánicas, entre otros.
Sin embargo, un estudio, publicado en Nature Geoscience, revela qué impacto ha tenido y tiene la actividad humana sobre el ciclo del fósforo en la atmósfera. Investigadores del proyecto ERC Synergy Grant IMBALANCE – P, liderado por el CREAF, ponen en evidencia que cerca del 50% del fósforo que en la actualidad se emite a la atmósfera proviene de la actividad humana, básicamente de la quema de carbón y biomasa, cuando hasta ahora se pensaba que sólo representaba el 5%.
Según los resultados, la cantidad total de fósforo emitido a la atmósfera se ha incrementado un 30% en los últimos 50 años como consecuencia de haberse doblado las emisiones producidas por los seres humanos. Actualmente, el 43% del fósforo antropogénico emitido a la atmósfera proviene de China, mientras que las emisiones por parte de Europa han ido disminuyendo año tras año.
Para realizar el estudio, los investigadores hicieron un inventario de las fuentes naturales y antrópicas de 222 países y territorios entre 1960 y 2007. Se tuvieron en cuenta muestras de carbón proveniente de 13 países diferentes y muestras de la biomasa de las 12 especies de árboles y de los 9 cultivos más utilizados como combustibles.
El fósforo ayuda a almacenar CO2 a la atmósfera
El fósforo es un nutriente limitante para el crecimiento de las plantas. Si hay mucho fósforo el suelo es fértil, las plantas crecen, fijan más CO2 de la atmósfera y disminuye el efecto invernadero que provoca este gas.
Hay muchos más ecosistemas que se están fertilizando gracias al fósforo atmosférico.
«Los resultados de este estudio muestran que el ciclo del fósforo está fuertemente perturbado, más de lo que pensábamos. Esto abre la posibilidad de que haya muchos más ecosistemas que se están fertilizando gracias al fósforo atmosférico que se deposita en el mar y sobre todo en el suelo, especialmente bosques tropicales y subtropicales de Asia y de África. Si estos ecosistemas se fertilizan y potencian su capacidad de crecimiento y de almacenamiento de carbono, significa que el fósforo atmosférico está modificando más el ciclo del carbono que lo que se había estimado hasta ahora«, comenta Josep Peñuelas, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que investiga en el CREAF y uno de los autores del estudio.
En Europa o en el norte de América, donde el ritmo de combustión de carbón y de biomasa se ha frenado en los últimos años, ocurre lo contrario. «Aunque no debemos olvidar que esta bajada en el uso del carbón ha mejorado mucho la calidad del aire que respiramos, las tasas de emisión de fósforo también han disminuido y nuestro suelo ha dejado de recibir la cantidad de fósforo que recibía en el pasado«, señala Peñuelas. El crecimiento de nuestros bosques, por tanto, podría frenarse por esta causa.
«Las políticas dirigidas a reducir las emisiones de aerosoles que provienen del uso de combustibles fósiles representan una clara opción win-win para mejorar la calidad del aire, a la vez que se reduce el calentamiento producido por el mismo CO2 que desprende la combustión«, apunta el investigador. Sin embargo, este estudio sugiere que «también debemos tener en cuenta el fósforo que dejamos de emitir cuando evaluamos la capacidad de almacenar CO2 de nuestros ecosistemas terrestres y marinos«, concluye.
Fuente: Agencia SiNC/CREAF