Alejandro Blas Morente.
Doctor ingeniero Agrónomo. Investigador en desarrollo sostenible.
Universidad Politécnica de Madrid (UPM).
Los alimentos no consumidos se convierten en comida “destinada” única y exclusivamente a contaminar. Si no fuesen desperdiciados, no se necesitaría producir otros nuevos.
La demanda mundial de alimentos está aumentando y cambiando rápidamente debido al crecimiento de la población, las modificaciones en la dieta y el desarrollo económico.
La mejora de la sostenibilidad del sistema agroalimentario es una prioridad a nivel mundial, aunque muchos de los esfuerzos se han centrado hasta ahora en el lado de la producción (como el aumento de las hectáreas cultivadas).
Sin embargo, la promoción del consumo responsable (dietas sostenibles y saludables, y reducción del desperdicio de alimentos) es una estrategia clave para lograr beneficios ambientales y una seguridad alimentaria sostenible.
Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, el ODS 12, se enfoca a la producción y el consumo responsables. Una de sus metas es reducir a la mitad la pérdida y desperdicio de alimentos.
Desperdicio alimentario, fuente de desigualdad
El desperdicio de alimentos genera un gran impacto sobre la seguridad y distribución alimentaria a nivel mundial. Según la FAO, existen más de 815 millones de personas con desnutrición en el mundo. Desaprovechar alrededor de un tercio de los alimentos producidos genera una gran desigualdad y una importante distorsión en el conjunto del sistema alimentario.
El número de estudios destinados a cuantificar el desperdicio alimentario a lo largo de la cadena ha crecido significativamente durante los últimos años. Anteriormente, no solo escaseaban los trabajos científicos o técnicos, sino también la concienciación en la opinión pública.
Reducir el desperdicio de alimentos se traduce en una disminución considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero
Poco a poco, debido en gran parte a la asociación del desperdicio con la desnutrición y al gran impacto ambiental que supone, las estimaciones y análisis sobre la materia se han incrementado.
La pérdida y el desperdicio de alimentos representan un mal uso de la mano de obra, el agua, la energía, la tierra y otros recursos naturales que se utilizaron para producirlos.
Los estudios que se han realizado recientemente vinculando desperdicio y medio ambiente tratan de responder preguntas como: ¿cuáles son los efectos de tirar la comida sobre las emisiones de gases contaminantes o los recursos naturales? ¿Sería posible obtener mejoras ambientales significativas reduciendo el desperdicio de alimentos?
En diferentes investigaciones se ha puesto de manifiesto que reducir el desperdicio de alimentos se traduce en una disminución considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Esto se debe a que la producción de todos los alimentos que se pierden o desperdician a lo largo y ancho de la cadena genera una serie de GEI que se podrían evitar si no fuesen obtenidos.
Dicho de otra forma, los alimentos no consumidos se convierten en comida “destinada” única y exclusivamente a contaminar. Si no fuesen desperdiciados, no se necesitaría producir otros nuevos (con las emisiones que ello genera).
Por ejemplo, el desperdicio de 88 millones de toneladas de alimentos al año en la UE es responsable de la emisión de 170 millones de toneladas de CO₂. Esta cifra representa el 8 % del total de emisiones globales y se acerca al volumen de este gas correspondiente al transporte por carretera.
Una investigación a escala mundial concluyó que alrededor del 25 % del total de kcal producidas se desperdician. Esta tasa de pérdida de alimentos supone que alrededor del 23 % de los recursos naturales (agua dulce, tierras de cultivo y fertilizantes) son igualmente desperdiciados.
El estudio demostró también que el uso total de las tierras de cultivo “desperdiciado” es casi igual a la extensión de la superficie agrícola de África.
Pérdida de agua y nutrientes
El desperdicio de alimentos implica también una pérdida de agua (la utilizada para producirlos) o nutrientes. Desde el centro CEIGRAM de la Universidad Politécnica de Madrid y el Observatorio del Agua de la Fundación Botín hemos realizado un estudio para evaluar los impactos hídricos y nutricionales relacionadas con el desperdicio en hogares españoles.
Con el equivalente al desperdicio generado anualmente en los hogares españoles se podría alimentar a casi 2,2 millones de personas
Los resultados del trabajo mostraron que “solo” se desperdicia un 4 % de lo comprado (unos 26 kg por persona y año). Pero esta cifra implica un desperdicio de 116 litros de agua por persona y día. De ellos, 19 litros son de “agua azul” (fueron destinados directamente para riego). Este volumen supone casi un sexto de todo el agua que utiliza una persona diariamente para el resto de actividades en el hogar (ducha, bebida, limpieza, etc.).
Además, el desperdicio de alimentos lleva asociada una pérdida de nutrientes. Nuestros resultados revelaron que debido al desperdicio anual de alimentos en los hogares españoles, se malgastan las siguientes cantidades de nutrientes por persona y año:
- Macronutrientes: 40 385 kcal, lo que significa casi 7,5 kg de macronutrientes; 1,5 kg de proteínas, 1,8 kg de grasas y 4,2 kg de carbohidratos.
- Fibra: 483 g.
- Micronutrientes: casi 160 gramos (19 g de vitaminas y 141 g de minerales).
Esto significa que alrededor del 5 % de la energía (kcal), el 5 % de las proteínas (y el resto de macronutrientes), el 8 % de la fibra, el 4 % de los minerales y el 11 % de vitaminas se pierde en la parte final de la cadena alimentaria.
Con el equivalente al desperdicio generado anualmente en el conjunto de todos los hogares españoles se podría alimentar a casi 2,2 millones de personas al año. A nivel individual, los nutrientes contenidos en la comida que tira anualmente una persona podrían alimentarla durante 18 días (teniendo en cuenta una necesidad media de alrededor de 2.200 kcal/persona y día).
Fuente:
The Conversation