Investigadores alemanes aseguran en un estudio que la presencia de micropartículas de plástico en los ecosistemas terrestres es mucho mayor que en los mares y océanos y alertan de sus potenciales impactos sobre el medio ambiente.
En los últimos años se ha hablado mucho del efecto de los microplásticos sobre los ecosistemas marinos y su impacto negativo está ampliamente aceptado. Sin embargo, es menos conocido que estas diminutas partículas de plástico también representan una amenaza para las criaturas terrestres y pueden tener efectos perjudiciales similares o incluso más problemáticos que en los océanos. Investigadores del Instituto de Ecología de Agua Dulce y Pesca Interior de Leibniz y de la Universidad Libre de Berlín (Alemania) advierten de que el impacto de los microplásticos en suelos, sedimentos y aguas superficiales podría tener un efecto negativo a largo plazo en los ecosistemas terrestres de todo el mundo.
“Aunque solo unas pocas investigaciones han abordado esta área, los resultados hasta la fecha indican que hay presencia de fragmentos de plástico en prácticamente todo el mundo y pueden desencadenar muchas clases de efectos adversos. Los efectos sobre los ecosistemas terrestres de los microplásticos y nanoplásticos observados previamente en todo el mundo indican que estos pueden estar también en grave peligro”, explica Anderson Abel de Souza, investigador del Instituto de Ecología del Agua Dulce y Pesca Interior de Leibniz. Su equipo ya demostró en estudios previos que los microplásticos podrían ser perjudiciales para los ecosistemas cuando son ingeridos por los organismos acuáticos claves.
Se estima que un tercio de todos los residuos plásticos generados en el planeta terminan en suelos y aguas dulces
Cada año se producen en todo el mundo más de 400 millones de toneladas de plástico. Se estima que un tercio de todos los residuos plásticos terminan en suelos y aguas dulces. La mayor parte de estos plásticos se desintegran en partículas de menos de 5 milímetros, a las que se denomina microplásticos, y posteriormente se convierten en nanopartículas, con un tamaño menor a 0,1 micrómetros.
En realidad, la contaminación terrestre por partículas de plástico es mucho mayor que la de los mares –entre 4 y 23 veces más, dependiendo del lugar y el entorno–. Las aguas residuales, por ejemplo, son un importante factor en la distribución de microplásticos. De hecho, entre el 80 y el 90% de las partículas contenidas en las aguas residuales, tales como fibras textiles, persisten en los lodos que posteriormente, en muchos casos, se usan como fertilizantes agrícolas, lo que supone que miles de toneladas de microplásticos pueden acabar en los suelos cada año.
Potenciales efectos tóxicos
Algunos microplásticos tienen propiedades con potenciales efectos dañinos sobre los ecosistemas. Por ejemplo, las superficies de pequeños fragmentos de plástico pueden actuar como vectores de trasmisión de enfermedades. Los microplásticos pueden interactuar también con la fauna terrestre afectando a su salud y a las funciones del suelo. La lombriz de tierra, por ejemplo, escarban de forma diferente cuando hay microplásticos en el suelo, lo que afecta tanto a su salud como a las condiciones del suelo.
Por lo general, cuando se descomponen las partículas de plástico, adquieren nuevas propiedades físicas y químicas, aumentando el riesgo de que tengan un efecto tóxico en los organismos. Y lo más probable es que los efectos tóxicos se produzcan cuanto mayor sea el número de especies potencialmente afectadas y las funciones ecológicas. Los efectos químicos son especialmente problemáticos en la etapa de descomposición, según destaca el equipo de investigadores alemanes.
Los humanos ingerimos microplásticos a través de la comida en peces y mariscos, pero también en la sal, el azúcar o la cerveza
Por ejemplo, aditivos como los ftalatos y el bisfenol A se desprenden de las partículas de plástico. Estos aditivos son conocidos por sus efectos como potenciales disruptores del sistema hormonal en vertebrados y algunos invertebrados. Además, las nanopartículas pueden causar inflamación; pueden atravesar o cambiar las barreras celulares e incluso cruzar membranas altamente selectivas como la barrera hematoencefálica o la placenta. Dentro de la célula, pueden desencadenar cambios en la expresión génica y reacciones bioquímicas, entre otros efectos. Los efectos a largo plazo de estos cambios no han sido estudiados suficientemente; sin embargo, ya se ha demostrado que cuando pasan la barrera hematoencefálica, los nanoplásticos provocan un cambio de comportamiento en los peces.
Partículas de plástico en los alimentos
Los humanos también ingerimos microplásticos a través de la comida: estas partículas se han detectado no solo en peces y mariscos, sino también en la sal, el azúcar o la cerveza. Los investigadores especulan con que la acumulación de plásticos en organismos terrestres ya es algo común, incluso entre aquellos que no ingieren alimentos. Por ejemplo, pequeños fragmentos de plástico pueden acumularse en levaduras y hongos filamentosos.
La ingesta y absorción de pequeños microplásticos podrían llegar a ser un nuevo factor de estrés a largo plazo para el medio ambiente. Por el momento, sin embargo, hay una falta de métodos estandarizados para determinar la presencia de microplásticos en los ecosistemas terrestres con el fin de obtener una evaluación precisa de la situación. Detectar pequeños fragmentos de partículas plásticas en los suelos, por ejemplo, es a menudo un proceso difícil y laborioso.
El nuevo estudio alemán, publicado en Global Change Biology, destaca la importancia de contar con datos fiables y de base científica sobre el comportamiento de la degradación y los efectos de los microplásticos. Estos datos son necesarios para poder responder de forma eficaz a la contaminación por microplásticos y el riesgo que representan para los ecosistemas terrestres, donde, después de todo, se acumulan la mayoría de los residuos plásticos.