Se trata del primer estudio que analiza la presencia de materia fecal en estas singulares formaciones kársticas, de gran importancia cultural y medioambiental en la región.
Los cenotes —ts’onot, en maya—, además de su importancia cultural (se les asoció al poder y generaron mitos y leyendas) y de contribuir a la economía al ser explotados para actividades turísticas, son vitales para Yucatán. Ante la falta de ríos superficiales que aporten agua para consumo humano, el acuífero es la única fuente hídrica potable en el estado, señaló Nadia Libertad Velázquez Tavera, alumna del posgrado en Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), autora de la tesis “Metales y esteroles fecales en el anillo de cenotes Celestún y Dzilám de Bravo, Yucatán”.
Los cenotes son formaciones kársticas que generan ambientes peculiares y permiten el desarrollo de formas de vida únicas, como especies de peces ciegos (Ogilbia persei y Ophisternon infernale). También alojan a insectos, reptiles, aves y mamíferos. Pese a su importancia, son un recurso parcialmente conocido. Diversos estudios han cuantificado la presencia de nitratos, coliformes y metales en el anillo de cenotes, sin embargo, no había registro alguno de trazadores de materia fecal, como los esteroles fecales.
Se trata del primer estudio que se realiza sobre el tema, y forma parte de un proyecto de monitoreo a largo término del anillo de cenotes, que involucra la determinación de otros parámetros y la participación de diferentes entidades de investigación en Yucatán.
El proyecto comprende un análisis integral de diversos parámetros de calidad ambiental, hidrología, geoquímica, así como un análisis de paisaje que permita entender los procesos antrópicos, socioeconómicos o culturales que generan o contribuyen a la contaminación de la zona referida.
La tesista analizó las temporadas de lluvias y secas e identificó y cuantificó seis esteroles (colesterol, brassicasterol, campesterol, estigmasterol, dinosterol y sitosterol) y ocho fecales. La concentración total de los primeros en tiempos pluviales fue de 3.277 mg g-1 y de los segundos, 2.370 mg g-1. En épocas áridas, la concentración total fue de 3.564 mg g-1 y 1.670 mg g-1, respectivamente.
El origen de los últimos fue variado, ya que se presentaron compuestos tanto antropogénicos (coprostanol y epicoprostanol) como de seres herbívoros (24-etilcoprostanol, 24-etilepicoprostanol, campestanol, estigmastanol y sitostanol).
Sólo en la zona noreste del anillo (Dzilám de Bravo) la concentración se encontró por encima del promedio informado para sitios con presencia de materia fecal. Esto indica que su aparición en la zona está asociada a las actividades antropogénicas, así como a la hidrogeoquímica del sistema.
Como parte de su tesis, la investigadora analizó seis metales (mercurio, plomo, arsénico, níquel, cromo y cadmio) de toxicidad reconocida. Se encontró que en algunos cenotes el cadmio, plomo, mercurio y níquel rebasan los niveles establecidos en las normas oficiales mexicanas 127 y 201.
Toxicidad
La peligrosidad de estos metales depende de su concentración, movilidad y reactividad con otros componentes del ecosistema. Sin embargo, por su toxicidad, el consumo prolongado de agua contaminada con metales dañaría la salud de la población. El plomo, por ejemplo, está asociado a deformidades, neurotoxicidad, anemia hemolítica e inhibición de la síntesis de hemoglobina. El mercurio reduce la biomasa y afecta los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel, los pulmones, riñones y ojos.
Ante esta diversidad de afectaciones a órganos vitales, “se estableció que el deterioro generado por cada metal dependía tanto de factores fisicoquímicos del agua (salinidad, pH, Eh, dureza), como biológicos (edad, talla y hábitos alimenticios)”, expuso Velázquez Tavera.
Sobre los esteroles fecales, dijo que no existe una normatividad mundial en cuanto a concentraciones permisibles. Sin embargo, su presencia indica que hay materia fecal en el agua, lo que coadyuvaría a la degradación ambiental del sistema y probable perjuicio a las personas que hacen uso del agua.
Para el estudio, Nadia Libertad Velázquez Tavera instrumentó una nueva metodología junto con Morgane Derrien, quien realizó una estancia posdoctoral en la Unidad de Química Sisal. Este trabajo bilateral (México-Francia) abre un nuevo campo de estudio y genera una herramienta de monitoreo para zonas kársticas.
“Es importante señalar que los metales y esteroles presentaron un comportamiento puntual, ya que no se observó un patrón geográfico, sin embargo, se evidencia una variación estacional asociada a un mayor transporte en época de lluvias. Así, su presencia está relacionada con las actividades antropogénicas de la zona”, concluyó la autora del estudio.
Fuente:
DiCYT