Un informe de AZTI analiza los retos del sector agroalimentario, entre los que destaca también el desperdicio de comida, y propone estrategias para transitar hacia un modelo de producción sostenible.

Claves para la sostenibilidad de la industria alimentaria

Con la necesidad de producir un 60% más de alimentos para 2050 debido al aumento de la población mundial, el sector agroalimentario enfrenta desafíos que no solo ponen en riesgo el medio ambiente, sino también la estabilidad económica y social. En este contexto, el centro tecnológico AZTI ha publicado una memoria sobre sostenibilidad en la industria alimentaria donde analiza estos retos y propone estrategias basadas en la ciencia para transitar hacia un modelo de producción sostenible y equitativo.

El impacto de la industria alimentaria es significativo. Actualmente, consume el 70% del agua dulce mundial, un recurso cada vez más escaso, y es responsable del 24% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, contribuyendo de manera directa al cambio climático. Además, su actividad ha provocado el 60% de la pérdida de biodiversidad terrestre y es causante del 90% de la sobreexplotación de pescados comerciales, poniendo en peligro la sostenibilidad de los ecosistemas marinos.

Estas cifras evidencian que el sector no solo genera un fuerte impacto ambiental, sino que también sufre las consecuencias del cambio climático, la escasez de agua y el aumento de las temperaturas, factores que repercuten directamente en los costes de producción y en los precios que pagan las personas consumidoras.

Ecodiseño y economía circular: soluciones integrales

Para hacer frente a estos desafíos, así como a las nuevas estrategias y normativas para la reducción del impacto ambiental, el informe de AZTI propone un enfoque integral que abarca desde el diseño de los productos hasta la implicación de las personas consumidoras finales. En primer lugar, subraya la necesidad de incorporar criterios ambientales desde las primeras etapas de desarrollo, a través del ecodiseño y del análisis del ciclo de vida de los productos. Este enfoque permite evaluar y minimizar los impactos en todas las fases, desde la extracción de materias primas hasta el fin de la vida útil.

También destaca la importancia de prevenir los impactos ambientales antes de que ocurran mediante la adopción de planes de ecoeficiencia, que permiten reducir el uso de recursos naturales y energéticos, al tiempo que minimizan los residuos generados durante los procesos de producción. En línea con esta filosofía, la economía circular se presenta como una de las soluciones más prometedoras. El informe recoge ejemplos exitosos, como la reutilización de posos de café para alimentación ganadera o el aprovechamiento de residuos del sector cervecero en acuicultura, lo que demuestra el potencial de los subproductos como recursos valiosos.

Además, el informe aboga por explorar nuevas fuentes de proteínas alternativas, como los insectos, las microalgas, los descartes pesqueros o incluso la carne cultivada, que podrían convertirse en opciones sostenibles y viables para satisfacer la creciente demanda global de alimentos. Paralelamente, destaca la necesidad de promover la producción local y de proximidad para reducir la huella ambiental asociada al transporte y fomentar la resiliencia de las comunidades.

AZTI también subraya la importancia de sensibilizar y empoderar a las personas consumidoras. Proporcionar información clara y accesible en los puntos de venta es fundamental para que la ciudadanía pueda tomar decisiones responsables que generen un impacto positivo en toda la cadena alimentaria.

El desafío del desperdicio alimentario

El informe también pone de relieve un problema urgente: el desperdicio alimentario. En la Unión Europea, se desperdician 591 millones de toneladas de alimentos al año, lo que equivale a 131 kilos por habitante. Más de la mitad de este desperdicio tiene lugar en los hogares, seguido de un 10,4% en la producción primaria y un 20,2% en la fabricación de productos. Este fenómeno no solo genera graves efectos sociales y económicos, sino que también provoca un impacto ambiental significativo, ya que el desperdicio alimentario representa 254 millones de toneladas de CO2, lo que equivale al 16% de las emisiones totales del sistema alimentario europeo.

“El camino hacia una industria alimentaria sostenible requiere digitalización, trazabilidad, innovación y, sobre todo, priorizar a las personas: desde quienes trabajan en el sector hasta las personas consumidores, cuyas decisiones impactan directamente en toda la cadena alimentaria” destaca Jaime Zufía, coordinador del área de procesos eficientes y sostenibles de AZTI.

Deje una respuesta

Queremos saber si no eres un bot *