Se denomina cuadratura del círculo al problema matemático, irresoluble de geometría, consistente en hallar —con sólo regla y compás— un cuadrado que posea un área que sea igual a la de un círculo dado. Hablando en sentido figurado, se dice de algo que es la “cuadratura del círculo” cuando representa un problema muy difícil o imposible de resolver.
¿Realmente los retos que nos presenta el recientemente presentado Paquete de Economía Circular serán difíciles o imposibles de cumplir?
En un momento en el que nos inunda una avalancha de iniciativas y planes para paliar la deficiente situación ambiental, y más concretamente para avanzar en una tendencia óptima y coherente de su gestión, el problema de los residuos cobra protagonismo (y eso siempre es malo y bueno a la vez). A partir del anuncio de lo que iba a ser un cambio radical en la política de residuos a nivel comunitario, desde diciembre de 2014 se ha ido trabajando en una línea provisoria y acorde a lo que hoy se convierte en realidad: un ambicioso paquete de nuevas medidas sobre la economía circular para impulsar la competitividad, la equidad social, la creación de empleo y el crecimiento económico sostenible.
A partir de las conclusiones de la Cumbre de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) de París, sin duda el concepto de economía circular cobrará más fuerza, al constituir una respuesta eficiente, al aspirar a la minimización de residuos y contribuir a bajar la emisiones, tal y como sostiene Klaske Kruk, de la cooperativa Circle Economy, que apoya a empresas y organismos a establecer estrategias de cambio hacia la sostenibilidad en la producción de productos y servicios.
El modelo de economía lineal actual es un monstruo que ha llevado a derrochar el 80% de lo que se gasta, perdiendo además la gran mayoría de los materiales y la energía contenidos en esos residuos.
Y es que la crisis económica, la carestía de recursos y el cambio climático han abonado el terreno a un nuevo modelo que parte del sentido común y que deberá imponerse por lógica económica, social y ambiental. En algunos territorios ya han empezado a trabajar en ello, por lógica, mucho antes de que otros siguiésemos esperando a que nos marcasen un camino.
Eso sí, todos somos conscientes del problema creciente y solicitamos soluciones, pero no somos capaces de reaccionar y pasar a la acción. ¿Cuánto vamos a esperar? Mientras tanto, la población sigue aumentando y muchos querrán consumir, poseer… Conceptos a modificar; preceptos que implicarían disponer de media docena más de planetas a medio plazo, que no vamos a tener.
El modelo de economía lineal actual es un monstruo que ha llevado a derrochar el 80% de lo que se gasta, perdiendo además la gran mayoría de los materiales y energía contenidos en esos residuos.
Todo ello, previsiblemente, para satisfacer nuestras necesidades y confort, es decir, nuestro nivel de vida. Un modelo creado para mover un motor de consumo que se retroalimenta con conceptos como la obsolescencia programada, ya controlada en Francia, por cierto.
Evidentemente, pasar de un modelo “comprar-usar-tirar” a otro donde los procesos de producción y consumo se diseñan para minimizar los residuos, se convertirá en una tarea ardua, tanto para empresas como para consumidores o gobiernos. Deberá atender a un conjunto de intereses comunes para todos y que puedan beneficiar y compensar claramente para que los resultados sean tangibles.
Cautela y realismo
Desde luego, la economía circular es ante todo un concepto optimista, que ve oportunidades donde antes había desperdicio. Se habla de la creación de 2 millones de puestos de trabajo (70.000 en España), ahorrar 600.000 millones de euros o reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 4% al año.
Debemos tener cautela y ser realistas. Las grandes cifras que se manejan no nos deben evitar ver el bosque. De nada sirve construir modelos y estrategias si no se tienen en cuenta los escenarios de los que partimos y sus potenciales limitaciones para ir adaptándose.
Ojalá se tomen en consideración las conclusiones de la Ponencia de Estudio del Senado en materia de residuos, que hace unas semanas proponía una estrategia a seguir para dar cumplimiento a los objetivos emanados de la Directiva Marco de Residuos.
El reciente estudio «A Circular Economy vision for a competitive Europe», cifra en 15 años el período necesario para adaptarse a este nuevo modelo, pero habrá territorios que tardarán más.
Recordemos que, al respecto de los objetivos que se marcan sobre gestión de residuos (y que necesitarán de su urgente regulación), el año 2030 (dentro de exactamente 15 años) es el horizonte fijado para el cumplimiento de la mayoría de ellos. Bien es cierto que se aplicaría una moratoria de 5 años más y podríamos llegar al año 2035 con la duda de su cumplimiento. Sólo tenemos que pensar que en el año 1999, con la entrada en vigor de la Directiva de vertido, se nos hacía casi atemporal la previsión de que para el año 2016 deberíamos rebajar a un 35% el vertido de residuos biodegradables respecto a lo producidos en 1995.
En boca del vicepresidente primero de la Comisión Europea, Frans Timmermans, en la nueva propuesta se establece una trayectoria creíble y ambiciosa para una mejor gestión de los residuos en Europa, a través de una combinación de normativa inteligente y de incentivos atractivos. Sin embargo, ya se han alzado las voces que intuían una previsible rebaja de los objetivos que hace un año se mostraban ambiciosos. Desde la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB) y desde buena parte de los organismos y agentes europeos vinculados, se ha tildado a la propuesta como insuficiente, afirmando que una bajada de los objetivos de reciclaje significaría un incremento en el vertido y/o la incineración, opciones ambiental y económicamente menos interesantes.
¿Qué puede hacer España?
Mientras tanto, el Consejo Consultivo de Política Medioambiental del MAGRAMA ha valorado positivamente, con carácter general, la propuesta de la Comisión Europea. Pero es que además, y pocos días después de una Elecciones Generales en nuestro país, las “promesas” de los partidos sobre este tema de estratégica importancia para los próximos años, se limitan a un relatorio de ideas sin demasiado concierto, (tal como reflejamos en un artículo anterior del LIR). Ojalá quien finalmente gobierne sea consciente y consecuente de la oportunidad que se abre y a la que debemos apuntarnos sí o sí.
Ojalá se tomen en consideración las conclusiones de la Ponencia de Estudio del Senado en materia de residuos, que hace unas semanas proponía una estrategia a seguir para dar cumplimiento a los objetivos emanados de la Directiva Marco de Residuos (y la derivada Ley 22/2011), a la postre también útil para contribuir a las nuevas metas planteadas a partir del Paquete de Economía Circular.
De nada sirve contar con un Programa Estatal de Prevención de Residuos si no se acompaña de unos recursos económicos mínimos (como sí han hecho en Inglaterra, Flandes o Hungría) que permitan ejecutar acciones concretas de acuerdo a los objetivos proyectados.
Ojalá se articule convenientemente el Plan Estatal Marco de Residuos (PEMAR) y se vea acompañado de las ya necesarias revisiones de la legislación vigente en la materia, de cara a tener cuanto antes un marco firme y comprometido, en línea con lo que ya es una realidad en Europa.
Porque cuando nosotros seguimos hablando del cumplimiento de objetivos respecto a la Directiva de envases, otros ya vislumbran el horizonte de mediados del siglo XXI. Porque mientras seguimos recibiendo tirones de oreja por la situación de los vertederos incontrolados, tenemos que ir preparándonos a la vez para la limitación del vertido al 10% de los residuos. Parece ciencia ficción, a día de hoy, que podamos alcanzar la velocidad que nos imponen, pero tenemos que intentarlo, con determinación y el necesario impulso y compromiso de la Administración.
No es suficiente un marco de gestión como el PEMAR. Hacen falta los instrumentos, los medios y la financiación para que se vertebre el interés y se comience a mover con fuerza la rueda. De nada sirve, por ejemplo, contar con un Programa Estatal de Prevención de Residuos si no se acompaña de unos recursos económicos mínimos (como sí han hecho en Inglaterra, Flandes o Hungría, según se desprende del informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente titulado «Waste prevention in Europe – the status in 2014») que permitan ejecutar acciones concretas de acuerdo a los objetivos proyectados.
El nuevo modelo requiere no sólo de un cambio en los esquemas productivos y de consumo, sino también en la educación y en la concienciación, ya que se trata de una apuesta a largo plazo. Alcanzar un nuevo sistema multi-R (como preconiza la Fundación para la Economía Circular), desde el replanteamiento y rediseño de productos y servicios, hasta la maximización en la valorización y recuperación de recursos a partir de los residuos, habrá de ser el enfoque al que dirigirse. Tardemos lo que tardemos. Intentando dar forma y cuadrar el círculo…
Artículo publicado originalmente en la web del Laboratorio de Ideas sobre Residuos (LIR)