Un estudio advierte de los resultados no deseados que pueden derivarse de los modelos de negocio circulares si estos no se diseñan con criterios de consumo sostenible.
Un estudio reciente de la Universidad de Utrecht, en Países Bajos, muestra que los modelos de negocio circulares pueden desencadenar cambios no deseados en el comportamiento de los consumidores que socavan los beneficios medioambientales previstos de la circularidad. Para hacer frente a esta situación, los modelos empresariales deben diseñarse con medidas que promuevan el consumo sostenible y apoyarse en políticas que moderen la demanda de los consumidores, argumentan los autores.
Un modelo de negocio circular es un enfoque empresarial centrado en minimizar los residuos y maximizar el uso de los recursos a lo largo del ciclo de vida del producto. A diferencia de los modelos de negocio lineales tradicionales -que siguen una ruta de «tomar, fabricar, desechar»-, el modelo circular pretende crear un sistema de circuito cerrado mediante la reutilización, el reciclaje y la reutilización de materiales y productos. Esto reduce el consumo de recursos, los residuos y el impacto medioambiental.
Un claro ejemplo de estos cambios no intencionados -conocidos como rebote conductual- puede verse con el crecimiento de los mercados de ropa de segunda mano en línea. «La posibilidad de reventa ha llevado a muchos consumidores a justificar la compra de más ropa nueva que antes», afirma Michał Bączyk, autor principal del estudio publicado en Sustainable Production and Consumption. «El sector de la ropa de segunda mano es, por tanto, menos sostenible de lo que podría pensarse».
Beneficio ambiental modesto
Bączyk y sus colegas analizaron la aplicación de 30 modelos empresariales circulares en una amplia gama de sectores. Aunque hubo muchos ejemplos de beneficios medioambientales, cuando se tuvieron en cuenta los efectos rebote, el ahorro medioambiental global tendió a ser modesto.
Por ejemplo, las emisiones derivadas de la movilidad se redujeron entre un 3% y un 17% gracias a las plataformas de vehículos compartidos, y los mercados de ropa de segunda mano han reducido las emisiones entre un 13% y un 31% gracias a las compras evitadas de ropa nueva. Sin embargo, en algunos casos, los inconvenientes medioambientales superaron con creces los beneficios de sustituir el consumo convencional. Por ejemplo, los e-scooters compartidos han provocado un 19% más de emisiones que los medios de transporte a los que han desplazado, y las lavanderías compartidas han resultado ser un 216% más contaminantes que la colada hecha en casa.
Causas sistémicas
«Los modelos de negocio circulares deben diseñarse con medidas que promuevan el consumo sostenible y apoyarse en políticas que moderen la demanda de los consumidores», afirma Bączyk. Además, los autores destacan la importancia de tener en cuenta el comportamiento de los consumidores y los posibles efectos rebote en la evaluación del ciclo de vida de los posibles modelos de negocio circulares.
«En el debate sobre los efectos rebote de la economía circular, debemos evitar utilizar al consumidor como chivo expiatorio», explica Bączyk. «Mientras que el comportamiento del consumidor es lo que podemos ver fácilmente, los patrones de consumo son los resultados del sistema económico y las normas sociales menos visibles». Las elecciones de los consumidores importan, pero son producto de un contexto más amplio que da forma a esas elecciones. El consumo circular es un paso en la dirección más sostenible, no una panacea para los retos de la sostenibilidad.
«Este trabajo de investigación es el primer paso para unir los puntos», afirma Bączyk. «Los trabajos futuros deberían integrar perspectivas psicológicas y sociológicas para comprender el comportamiento del consumidor en la economía circular y cómo puede aprovecharse para prevenir y mitigar los efectos rebote».