Javier Ansorena Miner.
Director técnico del Plan de Residuos de Gipuzkoa 2002-2016.
Autor del libro «El Compost de Biorresiduos. Normativa, calidad y aplicaciones».
Los veinte años de práctica del compostaje en Gipuzkoa han obtenido un resultado satisfactorio, en términos cualitativos y cuantitativos. Sin embargo, las carencias en el marco normativo del autocompostaje, unidas a las limitaciones en la calidad y en las vías de comercialización del producto obtenido, condicionan mucho el desarrollo de esta actividad y el destino final del compost. De ahí surge la actual preocupación por:
- los riesgos derivados de la falta de cobertura legal del compostaje comunitario;
- la acumulación de importantes excedentes de compost que no encuentran salida en el mercado.
En relación al marco normativo del compostaje comunitario, se debe poner el acento en la ausencia de una normativa específica adaptada al tamaño y características particulares de este tipo de instalaciones ¿Estamos ante una actividad de gestión o de prevención de residuos? ¿Ante una actividad con incidencia o sin incidencia ambiental? La respuesta a estas cuestiones tiene importantes consecuencias en cuanto a la legislación sectorial que corresponde aplicar y a las consiguientes formalidades administrativas que hay que observar.
¿Estamos ante una actividad de gestión o de prevención de residuos? ¿Ante una actividad con incidencia o sin incidencia ambiental?
En nuestro entorno los entes locales se han decantado por entender que el compostaje comunitario es una operación de prevención de residuos y una actividad con cierta incidencia ambiental, que debe ser controlada a través de los correspondientes permisos o comunicaciones administrativas. Esta parece ser la línea seguida por la administración vasca en su recientemente publicada Instrucción 1/2005, en la que considera el compostaje comunitario como una “operación de prevención de residuos en sentido amplio y no una actividad de gestión de residuos”, siempre y cuando se cumplan una serie de condiciones.
Este tratamiento de la actividad por nuestra administración contradice el criterio de las autoridades comunitarias y de los países más avanzados en la materia, que lo han regulado como operación de gestión de residuos, adaptando en algunos países a esta pequeña escala el cumplimiento de la legislación de residuos y la reglamentación SANDACH de subproductos animales no destinados al consumo humano.
En cuanto a las posibles aplicaciones del compost de biorresiduos, es habitual que se establezcan unilateralmente desde la perspectiva del sector medioambiental, atendiendo a los intereses de los gestores de los residuos, sin tener en cuenta las necesidades y los requerimientos de los destinatarios del sector agronómico. Esta dualidad, y el contraste entre el deseo medioambiental y la realidad agronómica, tienen como consecuencia que, de manera repetida, el destino potencial y la demanda real del compost de biorresiduos no coincidan, y se generen excedentes que no encuentran una salida en el mercado y han de ser gestionados por otras vías.
Normalmente el sector medioambiental está más enfocado a la gestión del biorresiduo y del proceso de compostaje que del compost resultante. Y pone este último a disposición del sector agronómico como un producto de un evidente valor ecológico y ciertas ventajas prácticas (por ejemplo, el efecto supresor de enfermedades), con un elevado potencial teórico de usos en agricultura, jardinería, paisajismo…
A menudo se desconocen determinadas características inherentes al compost de biorresiduos, especialmente si contiene elevadas proporciones de residuos de cocina
Pero a menudo se desconocen determinadas características inherentes al compost de biorresiduos, especialmente si contiene elevadas proporciones de residuos de cocina (variabilidad, impurezas, salinidad…), que lo sitúan en clara desventaja competitiva frente a la turba y otras materias primas y subproductos ampliamente implantados entre los productores.
El problema de la falta de mercado para el compost de biorresiduos, a pesar de todos los esfuerzos realizados (recogida selectiva de elevada pureza, sistemas avanzados de compostaje, riguroso control de calidad…), se agudiza especialmente en las regiones de clima oceánico, como la cornisa cantábrica. Esta se caracteriza porque apenas se ha desarrollado la agricultura y se generan importantes excedentes de residuos ganaderos. Y sus suelos presentan contenidos moderados o elevados de materia orgánica. Por ello la comercialización del compost ha de orientarse hacia mercados de bajo consumo, como la jardinería, el paisajismo o la recuperación de suelos degradados, en comparación con las regiones de clima continental y mediterráneo, con importantes producciones agrícola y hortofrutícola.
Además, a consecuencia de la crisis económica y de los elevados excedentes de estiércoles y purines, la demanda y las necesidades de compost y de otros materiales semejantes empleados en las áreas mencionadas y en la obra pública se han visto drásticamente reducidas en los últimos años, tanto en nuestro territorio como en otras comunidades autónomas. Por lo que los citados yacimientos de aplicación del compost, que acumulan ya cantidades importantes, muestran claros síntomas de agotamiento. Hasta el punto de que, como se ha venido advirtiendo desde sectores autorizados, corremos el riesgo de pasar “de montañas de residuos a montañas de compost”.
De hecho, menos de la décima parte del compost obtenido a partir de los biorresiduos recogidos en Gipuzkoa en 2015 ha sido gestionado en el territorio. Sin que se haya producido el retorno del compost de los biorresiduos que han sido desviados mayoritariamente a plantas de tratamiento biológico de otras regiones vecinas. Esta realidad plantea la cuestión del destino futuro del compost y del digestato obtenidos en las nuevas plantas de compostaje y biometanización que actualmente se encuentran en fase de construcción o proyecto.
Es necesario un análisis riguroso de las necesidades reales de compost con la participación activa de todos los agentes productores y destinatarios del mismo.
La compleja realidad que hemos analizado nos urge a cambiar la manera de encarar estos problemas que exigen ya de forma acuciante respuestas inteligentes y sostenibles. En el marco de una economía circular, es imprescindible cerrar el ciclo de la recogida y tratamiento de los biorresiduos con el empleo del compost, reduciendo las aplicaciones de fertilizantes minerales. Para ello es necesario un análisis riguroso de las necesidades reales de compost con la participación activa de todos los agentes productores y destinatarios del mismo. Con esta finalidad la Diputación Foral de Gipuzkoa ha organizado una jornada de debate y reflexión sobre el futuro del compost, que se celebrará en San Sebastián el próximo 15 de junio. En dicho análisis habrá que evaluar todos los parámetros del problema, incluidos el tipo y la cantidad de biorresiduos a recoger, y no descartar el envío masivo de compost a otros territorios.
Es ya indispensable no confundir deseos con realidad y trabajar con absoluta transparencia. Y evitar el oscurantismo y escamoteo de datos que se está produciendo, incluso con buena intención, en muchas instancias y que afecta erróneamente en nuestro país a la información sobre el destino del compost.
Como si el reconocimiento de sus limitaciones supusiera la aceptación de un fracaso. El único fracaso sería no resolver este problema de la forma más sostenible, rápida y económica posible. Y vamos camino de alcanzarlo.