Investigadores de la University College de Londres y el Imperial College de Londres aseguran que las emisiones de metano declaradas por las empresas están muy por debajo de las reales debido a sistemas contables inconsistentes y no estandarizados.

Las emisiones de metano están subestimadas

Las empresas de todo el mundo subestiman su huella total de gases de efecto invernadero debido a la incoherencia de las normas de contabilidad de las emisiones de metano, según un nuevo estudio realizado por investigadores de la University College de Londres (UCL) y el Imperial College de Londres.

El nuevo estudio, publicado en Nature Communications, concluye que las emisiones de metano están siendo infradeclaradas en al menos el equivalente a entre 170 millones y 3.300 millones de toneladas de carbono a lo largo de una década, dependiendo de la métrica utilizada para calcular el déficit.

Esto significa que cada año, de media, las empresas de todo el mundo han subestimado potencialmente su huella de carbono en una cantidad equivalente a las emisiones anuales de carbono del Reino Unido en 2022. Esto representa un importante déficit de emisiones de metano declaradas, cuya solución podría costar entre 1.500 millones y 38.000 millones de euros.

En palabras del Dr. Simone Cenci, de la Escuela Bartlett de Medio Ambiente, Energía y Recursos de la UCL y autor principal del estudio, «La brecha acumulada de emisiones que hemos documentado en este trabajo demuestra lo importante que es estandarizar la notificación de las emisiones de metano. El metano es un potente gas de efecto invernadero y el primer paso para abordar adecuadamente su efecto sobre el clima es asegurarse de que se contabiliza correctamente. Adoptar una norma mundial es, en principio, fácil para las empresas, ya que esencialmente sólo requiere el ajuste de unos pocos factores de conversión al calcular su huella de gases de efecto invernadero. Sin embargo, requiere una coordinación mundial, ya que actualmente las empresas suelen estar sujetas a normativas fragmentadas».

Confusión e imprecisiones

El metano es un potente gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global a niveles comparables a los del dióxido de carbono. Aunque el metano se emite en cantidades mucho menores que el dióxido de carbono, es más eficaz a la hora de atrapar el calor en la atmósfera. Sin embargo, el metano tiene una vida media de sólo 10 años, frente a los 120 años del dióxido de carbono.

La cantidad total de calor que atrapa un gas de efecto invernadero se denomina Potencial de Calentamiento Global (PCG) y se mide en unidades equivalentes de CO2, es decir, la cantidad de gas de dióxido de carbono que provocaría el mismo calentamiento. Debido a la corta vida del metano, la conversión a CO2 no es sencilla y persiste el debate sobre la mejor forma de representarlo en términos de dióxido de carbono.

Si se calcula el impacto del metano en 20 años (GWP-20), es unas 80 veces más potente que el dióxido de carbono porque ese es el plazo antes de que la mayor parte se haya disipado. Sin embargo, si se calcula en 100 años (GWP-100), la mayor parte del metano se ha descompuesto, por lo que «sólo» es 28 veces más potente.

Para las empresas que calculan e informan sobre su huella de gases de efecto invernadero, esta falta de armonización puede causar confusión e imprecisiones, ya que no existe una guía jurídicamente vinculante ni un consenso sobre qué norma utilizar.

Emisiones infradeclaradas

En este estudio, los investigadores recopilaron y analizaron las emisiones de metano de una muestra de 2.846 empresas representativas de diversos sectores económicos y países. Descubrieron que las conversiones utilizadas por las empresas son en gran medida incoherentes con las directrices de la mayoría de las normas actuales de contabilidad del carbono, que recomiendan la misma métrica GWP-100 que el último Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Para ver en qué medida las emisiones de metano podrían estar infradeclaradas, el equipo sustituyó las diversas conversiones contables de las empresas por el sistema estándar GWP-100 sugerido por el IPCC. En los diez años comprendidos entre 2014 y 2023, las emisiones de metano no declaradas equivalían a unos 170 millones de toneladas de dióxido de carbono.

Cuando armonizaron todos los informes con la norma más estricta GWP-20, defendida por algunos científicos del clima y utilizada en algunas jurisdicciones estadounidenses, descubrieron que, durante la misma década, las emisiones de metano se habían subestimado en el equivalente a unos 3.300 millones de toneladas de dióxido de carbono.

El equipo también analizó el coste económico de corregir las huellas de carbono subrepresentadas. Basándose en los precios del carbono de los regímenes de comercio de derechos de emisión de todo el mundo, el coste acumulado para las empresas a lo largo de los diez años del estudio ascendería a unos 1.600 millones de dólares (1.500 millones de euros) para ajustar todas las empresas mundiales a la norma GWP-100, y a unos 40.000 millones de dólares (38.000 millones de euros) para ajustarse a la norma GWP-20, más estricta. Las empresas de los sectores de la energía, los servicios públicos y los materiales serían las más perjudicadas, ya que son las que más metano emiten.

Los autores señalan que, incluso con las correcciones sugeridas, se siguen subestimando las emisiones totales de metano, ya que sus cálculos sólo se centraron en las emisiones producidas directamente por las empresas analizadas. No se incluyeron otras emisiones derivadas, como las procedentes de los productos vendidos, que probablemente también contribuyen de forma significativa, sobre todo en el sector energético.

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