Un informe del Banco Mundial alerta de la gran cantidad de comida que se pierde y se desecha entre la producción y el consumo, y sus consecuencias sociales, económicas y medioambientales.
En todo el mundo se pierde o desperdicia entre un cuarto y un tercio de la producción de alimentos para el consumo humano, según la última edición del informe trimestral “Alerta sobre precios de los alimentos” del Grupo del Banco Mundial, en la que se incluyen estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y del Instituto de Recursos Mundiales. En las regiones afectadas por la subalimentación, como África y Asia meridional, estas impresionantes pérdidas representan entre 400 y 500 calorías diarias por persona, y hasta 1.520 calorías en el mundo desarrollado.
“La cantidad de alimentos que se desperdicia y pierde a nivel mundial es escandalosa”, dijo Jim Yong Kim, presidente del Grupo del Banco Mundial. “Cada día en todo el mundo, millones de personas se van a dormir con hambre y, sin embargo, millones de toneladas de alimentos terminan en la basura o se malogran durante el transporte a los mercados. Debemos encarar este problema en cada país para mejorar la seguridad alimentaria y poner fin a la pobreza”.
La pérdida y desperdicio de los alimentos se refiere a las partes comestibles de plantas y animales destinadas al consumo humano que en última instancia no son ingeridas por las personas. Según el informe, los alimentos se pierden habitualmente en las etapas de producción, almacenamiento, procesamiento, distribución y comercialización de la cadena de valor de dichos productos. Es el resultado fortuito de limitaciones técnicas o deficiencias en la infraestructura y hay amplio consenso en que ocurre sobre todo en los países en desarrollo. En las economías desarrolladas, el desperdicio de alimentos suele darse durante la venta al por menor y el consumo, y es el resultado de una decisión consciente de tirar la comida.
Algunos de los datos y cifras que han despertado la inquietud a escala internacional en torno al desperdicio de alimentos son:
- Entre un cuarto y un tercio de los casi 4.000 millones de toneladas métricas de alimentos que se producen anualmente para consumo humano se pierde o desperdicia.
- Los alimentos que más se pierden o tiran en el mundo en términos de contenido calórico son los cereales (53%), y en términos de peso las frutas y los vegetales (44%).
- La mayor parte de las pérdidas y desperdicios ocurre en las etapas de consumo (35%), producción (24%) y manejo y almacenamiento (24%) de la cadena de valor de estos productos.
- Existen, no obstante, diferencias marcadas entre los países desarrollados y en desarrollo, y entre las regiones. En términos globales, alrededor de un 56% del desperdicio total ocurre en el mundo desarrollado, y un 44 % en las regiones en desarrollo.
Además de representar una seria amenaza para la seguridad alimentaria, la pérdida y el desperdicio de alimentos tienen graves repercusiones económicas, ambientales y para los recursos naturales y la pobreza. Así, se desaprovechan inversiones en agricultura; se producen emisiones innecesarias de gases de efecto invernadero; se usan de manera poco eficiente el agua, la energía, los fertilizantes y la tierra, y se reducen los ingresos de los agricultores (por lo general pequeños), mientras que se obliga a los consumidores a aumentar sus gastos para satisfacer la ingesta mínima de calorías.
Allí donde los alimentos sean vistos como bienes baratos y abundantes, es más probable que terminen siendo infravalorados y fácilmente desechados
Por ejemplo, para producir una caloría de alimentos se necesitan, en promedio, de 7 a 10 calorías de insumos. De manera similar, para obtener una tonelada de manzanas se usan, en promedio, 822 metros cúbicos de agua; una tonelada de arroz (paddy) consume 1.673 metros cúbicos, en tanto que el aceite de soja (refinado) requiere 4.190 metros cúbicos de agua, y el café (tostado) 18.925 metros cúbicos.
A mayores ingresos, más residuos
En cuanto a las repercusiones económicas en los hogares, una familia promedio de cuatro integrantes en países como Estados Unidos y el Reino Unido derrocha anualmente 1.600 y 1.100 dólares, respectivamente, en la etapa de consumo, y las pruebas sugieren que las pérdidas han aumentado en el tiempo.
Si se considera la situación socioeconómica, las cifras recientes de Turquía, Sudáfrica y Australia constatan que los grupos de ingresos más bajos desperdician menos alimentos que los de ingresos más altos en términos de peso, calorías y gasto. Estas pruebas respaldan los análisis que indican que los hogares de ingresos más altos producen más residuos sólidos (alimentos y otros) que los hogares más pobres.
El desperdicio de alimentos está muy relacionado con prácticas comerciales y factores culturales. Por ejemplo, las políticas de compra de los grandes supermercados de economías desarrolladas pueden incentivar la sobreproducción. Es más, las ofertas promocionales y campañas publicitarias intensas pueden impulsar a los consumidores a comprar más de lo necesario y hacer que finalmente tiren los alimentos.
Esto se puede ver favorecido, además, por el bajo nivel de comprensión por parte de los consumidores del etiquetado -complejo y conservador- de las fechas de caducidad de los productos. En cualquier sitio donde los alimentos sean vistos como bienes baratos y abundantes, es más probable que terminen siendo sumamente infravalorados y fácilmente desechados.