El estudio de la Universidad británica de Anglia Ruskin concluye además que las alternativas biodegradables no son mejores para el medio ambiente e incluso fomentan el crecimiento de especies invasoras.
Nuevas investigaciones indican que la purpurina podría estar causando daños ecológicos en ríos y lagos. Un estudio dirigido por la Dra. Dannielle Green, de la Universidad de Anglia Ruskin (ARU), en Reino Unido, y publicado en la revista Journal of Hazardous Materials, es el primero en examinar el impacto de estas micropartículas brillantes en los hábitats de agua dulce.
La investigación descubrió que, después de 36 días, la presencia de purpurina reducía a la mitad la longitud de la raíz de la lenteja de agua común (Lemna minor), mientras que los niveles de clorofila en el agua eran tres veces más bajos que en las condiciones de control, lo que indicaba niveles reducidos de fitoplancton o microalgas.
La purpurina se utiliza en una variedad de formas decorativas en la ropa, en las artesanías o en los cosméticos y la pintura corporal. La purpurina tradicional es una forma de microplástico que consiste en un núcleo de plástico hecho de una película de poliéster PET, que se recubre con aluminio y luego se cubre con otra capa plástica delgada.
Junto con otras formas de microplásticos de un solo uso, como las microesferas, se han hecho esfuerzos para eliminar gradualmente la brillantina de PET con la introducción de alternativas más biodegradables.
Existe una versión con un núcleo de celulosa regenerada modificada (MRC), que se obtiene principalmente de los eucaliptos, pero que sigue estando recubierta de aluminio para la reflectividad y luego se cubre con una fina capa de plástico. Otra forma es la purpurina de mica, que se utiliza cada vez más en cosméticos.
Sin embargo, este nuevo estudio encontró que los efectos de ambas alternativas en la longitud de la raíz y los niveles de clorofila eran casi idénticos a los de la purpurina tradicional.
La única diferencia significativa fue un incremento del doble en la presencia de caracoles de barro de Nueva Zelanda (Potamopyrgus antipodarum) en el agua que contiene la purpurina biodegradable de MRC. Estos caracoles, que se encuentran comúnmente en aguas contaminadas, son una especie invasora en el Reino Unido -donde se realizó el estudio- y un aumento en su número tiene el potencial de perturbar los ecosistemas, ya que pueden superar a las especies nativas.
La Dra. Dannielle Green, profesora titular de biología de la Universidad Anglia Ruskin (ARU), explica que «muchos de los microplásticos que se encuentran en nuestros ríos y océanos han tardado años en formarse, ya que los trozos más grandes de plástico se descomponen con el tiempo, Sin embargo, la purpurina es un microplástico ya preparado que se encuentra comúnmente en nuestros hogares y, en particular a través de los cosméticos, es arrastrado en nuestros lavabos hacia el sistema de aguas».
«Nuestro estudio es el primero en observar los efectos de la purpurina en un entorno de agua dulce y encontramos que tanto las brillantinas convencionales como las alternativas pueden tener un serio impacto ecológico en los ecosistemas acuáticos en un corto período de tiempo», añade.
Según la experta de la ARU, «todos los tipos, incluidos las llamadas purpurinas biodegradables, tienen un efecto negativo en importantes productores primarios que son la base de la cadena alimentaria, mientras que las purpurinas con un núcleo de celulosa biodegradable tienen el impacto adicional de fomentar el crecimiento de una especie invasora».
«Creemos que estos efectos podrían ser causados por el lixiviado de las purpurinas, posiblemente por su revestimiento plástico u otros materiales involucrados en su producción, y nuestra futura investigación estudiará esto con mayor detalle», concluye.