El 96% de las importaciones de tierras raras a la UE en 2022 procedieron de China, Malasia y Rusia.
En 2022, la Unión Europea (UE) experimentó un aumento significativo de las importaciones de elementos de tierras raras (REE). En total, según datos de Eurostat, se importaron 18.000 toneladas, un 9% más que en 2021, y se exportaron 7.000 toneladas, un 8% menos que el año anterior. El valor de las importaciones ascendió a 146 millones de euros, lo que supone un aumento del 37% respecto a 2021, mientras que las exportaciones alcanzaron los 142 millones de euros, lo que representa un aumento del 2% respecto al año anterior.
Los elementos de tierras raras son un grupo de 17 metales especiales con un alto riesgo de suministro y una importancia económica significativa, que se utilizan en diversas aplicaciones de alta tecnología, y esenciales para la transición energética y digital.
El precio medio de las importaciones fue de 7,9 euros por kilogramo, lo que supone un aumento del 26% respecto a 2021, mientras que el precio de las exportaciones fue de 20,7 euros por cada kilogramo de elementos de tierras raras, lo que supone un aumento del 11%.
China, el mayor proveedor
China fue el mayor socio para las importaciones de elementos de tierras raras, con un 40% del peso total de las importaciones, es decir, 7.400 toneladas. Le siguieron Malasia, con el 31% de las importaciones (5.600 toneladas) y Rusia, con el 25% de las importaciones (4.500 toneladas). Estados Unidos y Japón representaron cada uno un 2% de las importaciones comunitarias de elementos de tierras raras.
Los elementos de tierras raras son un conjunto de diecisiete elementos químicos de la tabla periódica, concretamente los quince lantánidos más el escandio y el itrio. Se utilizan en tecnologías cotidianas como teléfonos móviles y ordenadores, pero también en tecnologías médicas avanzadas como resonancias magnéticas, bisturís láser e incluso algunos medicamentos contra el cáncer. En aplicaciones de defensa, se usan en comunicaciones por satélite, sistemas de guía y estructuras de aeronaves. Son fundamentales en una serie de tecnologías verdes, especialmente aquellas que respaldan objetivos de cero emisiones netas de carbono, como las turbinas eólicas y los vehículos eléctricos.