Cada año más de 80.000 membranas empleadas en la desalinización de agua salobre son enviadas al vertedero en España, una cifra que asciende a 800.000 en todo el planeta y que aspira a reducir sensiblemente el proyecto LIFE+2013 TRANSFOMEM que desarrolla el instituto IMDEA Agua de Alcalá de Henares.
Este tipo de membranas se emplea en procesos de ósmosis inversa para desalar el agua del mar pero a lo largo de su vida útil, debido al ensuciamiento, entre otros factores, su funcionalidad se ve afectada y se vuelven incapaces de detener sales como el cloro o el sodio en los porcentajes que requieren los procesos industriales de desalación, ha explicado Raquel García, responsable técnico del proyecto.
Algunas membranas procedentes de las desaladoras aún mantienen propiedades de nanofiltración (mayor permeabilidad y menor capacidad de desalación a pesar de haber sido desechadas) y otras están “tan deterioradas” que han perdido su capacidad de desalación, aunque pueden retener materia orgánica, virus y bacterias, como las membranas de ultrafiltración.
La investigación de IMDEA se puso en marcha “tras detectar este problema y darnos cuenta de que es posible reciclar las membranas para su uso en procesos menos exigentes, como el ablandamiento de agua o el tratamiento de agua residual”, ha precisado la experta.
ALARGAR VIDA UTIL
Y es que las piezas, cuando se ensucian, “se consideran inservibles para su proceso industrial”, por lo que el objetivo es aplicarles un tratamiento que permita alargar su vida útil empleándolas para otros usos, ya que las mismas desaladoras “también son gestores de aguas residuales o participan en la desalinización de agua salobre, que usan membranas de nanofiltración”.
LIFE+2013 TRANSFOMEM aplica dos metodologías: una primera, considerada como “transformación pasiva”, consiste en el control de determinadas condiciones de la membrana, como su concentración o el tiempo de uso, con la intención de buscar una alternativa sostenible y de bajo coste, que también sea rentable para los propios gestores.
La segunda opción trata de volver a hacer circular la solución de transformación a través de la membrana “como en un proceso normal, pero sin presión, en el que la solución circula sobre las láminas del mundo de la membrana y sin que el agua pase a través de ella”.
Según esta investigadora, en la actualidad el proyecto trabaja con unas 60 membranas procedentes de 9 desaladoras con distinto tipo de ensuciamiento, diseñadas para el tratamiento de agua salobre y, en algunos casos, marina.
En la planta piloto del proyecto, instalada en Cuevas de Almanzora (Almería), se lleva a cabo un análisis de las propiedades de desalación y permeabilidad y posteriormente la membrana es trasladada a las instalaciones alcalaínas para “practicar la autopsia a la membrana…, se abre y se comprueba su estado”. “A veces llegan membranas que están totalmente obsoletas y para reciclarlas hay que romper su estructura, extraer la suciedad y ver qué se hace, aunque la intención inicial del proyecto es sólo alterar las propiedades químicas”, explica García.
INVERSIÓN DE UN MILLÓN DE EUROS
LIFE+2013 TRANSFOMEM, que se desarrolla en su totalidad en España, cuenta con una inversión de casi un millón de euros. La mitad de los fondos necesarios provienen de la Comisión Europea y la otra de los socios participantes: Valoriza Agua y Sadyt.
Son “grandes gestoras con un gran número de desaladoras en el mundo que tienen un interés ambiental y económico porque, si la investigación sale bien, podrán usar las membranas en muchas de sus instalaciones”, aclara García.
Fuente: EFEverde