Antoni Llabrés Payeras.
La instalación de contenedores inteligentes y su capacidad para identificar al usuario y los residuos que este genera, hace que cualquier avance en este sentido deba hacerse desde una perspectiva comunicativa, transversal e integradora socialmente.
Nos encontramos en un momento de emergencia climática y el sector de los residuos tiene un papel relevante. Cada ciudadano europeo produce de media 482 kilogramos de residuos de origen domiciliario al año, solo el 45% se recicla y el 23% termina en vertederos con los consiguientes problemas ambientales que se derivan, además de los residuos que se vierten directamente al medio [1]. La Comisión Europea está dando pasos mediante legislación y objetivos ambiciosos, sin embargo, los Estados miembros están lejos de cumplirlos. Sólo 6 de 28 estados que integran la Unión Europea han alcanzado el objetivo del 50% de reciclaje de los residuos de origen domiciliario fijado para 2020. Algunos países como España están bastante lejos con niveles inferiores al 35% [2].
Las ciudades concentran gran parte de esta generación y, por tanto, se convierten en protagonistas en la adopción de soluciones frente a la problemática de los residuos municipales. Las soluciones que adoptamos en nuestras ciudades en el presente serán determinantes para alcanzar los objetivos de reciclaje que nos marca la legislación europea, estatal y autonómica.
En el sector de los residuos hay bastante consenso en que para alcanzar estos objetivos hay que corresponsabilizar a los ciudadanos de la recogida selectiva, y por ello es fundamental la pérdida del anonimato en el uso que se hace del servicio. En el caso de los municipios pequeños es conocido el éxito de los sistemas de recogida puerta a puerta. Actualmente hay más de 300 municipios con este modelo en todo el estado español, con resultados de recogida selectiva muy por encima de la media. Los retos para identificar al usuario son más difíciles de afrontar en los municipios grandes, donde predomina el urbanismo vertical. En estos contextos los sistemas puerta a puerta son más difíciles de implementar y la recogida en bastantes casos seguirá basándose en el uso de contenedores.
En estos casos la pérdida de anonimato puede pasar por el cierre de contenedores y la identificación del usuario. Actualmente se conocen tres tecnologías: 1) El sistema RFID, que es un sistema que funciona por radiofrecuencia y donde el contenedor para ser abierto necesita una tarjeta o llavero con chip que sea reconocido por el contenedor. Es el más extendido actualmente; 2) El sistema NFC, que es un sistema que funciona mediante el reconocimiento de dispositivos electrónicos tipo teléfono inteligente, por lo que hace necesario el uso de un teléfono móvil que disponga de esta tecnología; 3) Los códigos QR, ya sean pegados al contenedor, a los que hay que hacer una foto para dejar constancia del uso, o códigos QR pegados a las bolsas con lectura mediante lectores instalados en los contenedores [3].
Estas tecnologías permiten opcionalmente limitar los usuarios que pueden usar cada contenedor y los horarios de uso. Además, cuando se hacen modificaciones de las tapas del contenedor para adaptarse medidores de volumen o peso, se puede conocer de forma precisa la generación de residuos por parte de cada usuario, lo que facilita aplicar tasas de residuos de pago por generación.
Muchas empresas y municipios están apostando fuerte por esta tecnología. Sin embargo, en nuestro contexto, de momento, son pocos los casos ya en funcionamiento. Los casos conocidos dan buenos resultados, pero los costes de la adaptación de cada contenedor son por el momento bastante elevados, entre 300 y 1.400 euros por contenedor.
Las iniciativas que se conocen actualmente en relación a la identificación del usuario se pueden dividir en dos tipos: 1) las de uso obligatorio, en las que los contenedores están cerrados y por lo tanto todos los ciudadanos deben hacer uso de la tecnología obligatoriamente para tirar la basura; 2) las de uso voluntario, en las que los contenedores permanecen abiertos y sólo hacen uso de la tecnología los ciudadanos que quieren participar, y por lo tanto generalmente reciben algún tipo de bonificación o beneficio fiscal en la tasa de residuos.
Aunque el cierre de contenedores, a priori, parece ser una opción eficaz, hay que tener en cuenta que es un sistema poco robusto frente a las malas prácticas. Los contenedores siguen en la calle, y aunque el usuario es identificable, no resulta tan sencilla la identificación de la basura que tira cada usuario. Se pueden hacer inspecciones recurrentes o repartir bolsas con un código de identificación, pero estas opciones son aún más costosas y siguen una dinámica de control que exige voluntad política.
Cualquier cambio de modelo, y la introducción de tecnología en un gesto cotidiano como tirar los residuos, parece que debe ir de la mano de fuertes campañas informativas y educativas. Además, en los casos que se decida invertir en un sistema de recogida de este tipo, dado que supone una inversión costosa sobre un sistema susceptible al fraude, para incrementar las probabilidades de éxito, es importante asegurar la aceptación de gran parte de la ciudadanía.
¿Cómo pensamos que la ciudadanía recibirá estos cambios y cómo se deberían orientar estas campañas?
Algunos ciudadanos se pueden mostrar reticentes al control social que permite ejercer este tipo de tecnología. Se puede saber cuándo, dónde y qué tipo de residuos tira cada usuario. Además en algunos casos hay un sentimiento generalizado de que el dinero público se invierte mal, y muchas veces los residuos no son una prioridad a los ojos de la ciudadanía. Por tanto, el coste elevado de la tecnología, si no se acompaña de fuertes campañas educativas, puede no ser bien aceptado.
Antes de la implementación es importante crear campañas informativas donde se detalle la funcionalidad del cierre de contenedores y la identificación del usuario. Cuando los ciudadanos son conscientes de la finalidad es más fácil su aceptación. También es importante comunicar el uso que se hará de los datos y el sistema de seguridad en el tratamiento de estos. La transparencia en este aspecto podrá evitar malas interpretaciones.
Aunque la tecnología puede ser una buena aliada para hacer frente a los retos de sostenibilidad que se nos presentan, hay que considerar la magnitud y transversalidad que conlleva el cambio de contenedores convencionales por contenedores inteligentes. Nos encontramos frente a un cambio de modelo de la recogida selectiva donde la tecnología pasa a ser protagonista en el gesto cotidiano de tirar la basura. Esto hace indispensable, afrontar el cambio desde una perspectiva comunicativa, transversal e integradora socialmente.
Referencias
[1] EUROSTAT, 2017. https://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php?title=File:Municipal_waste_landfilled,_incinerated,_recycled_and_composted,_EU-28,_1995-2017.png
[2] EUROSTAT, 2017. https://ec.europa.eu/eurostat/web/circular-economy/indicators/monitoring-framework
[3] ENT y UPC (2019) Guía de identificación de los usuarios en la recogida de residuos municipales en contextos de alta densidad de población. Circular Design Project. https://ent.cat/wp-content/uploads/2019/03/Identificaci%C3%B3n-de-los-usuarios-en-la-recogida-de-residuos-municipales.pdf
Artículo publicado originalmente en la web de ENT