Se denomina biochar y su adición al suelo aumenta la calidad del mismo y le confiere unas propiedades beneficiosas para el medio ambiente.
El grupo de investigación de Valorización de recursos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha preparado y caracterizado un nuevo material carbonoso, denominado biochar, para mejorar la calidad del suelo agrícola.
Los ensayos con este tipo de material –creado a partir de lodos procedentes de depuradoras de aguas residuales– presentan unos resultados muy prometedores ya que reflejan cómo su adición al suelo puede mejorar la calidad del mismo, además de conferirle unas propiedades que benefician al medio ambiente.
“Los resultados obtenidos hasta el momento muestran cómo la adición de biochar al suelo mejoran, por ejemplo, su capacidad de retención de humedad, pH o actividad biológica. Otros efectos positivos de su uso son, por un lado, la reducción de la solubilidad de los metales existentes en el lodo de depuradora y, por otro, una fijación de carbono en el suelo, dada la mayor estabilidad del biochar, que hace que su degradación en el mismo sea menor, contribuyendo a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero”, apuntan los responsables de la investigación.
La generación de lodos de depuradora es cada vez mayor y su gestión y posibles tratamientos han sido objeto de numerosos estudios en los últimos años. Entre los usos de estos lodos en países como España, donde los suelos tienen un bajo contenido en materia orgánica, destaca su adición directa al suelo.
Sin embargo, existen distintos factores que ponen en riesgo esta práctica, destacando el elevado contenido en sales, metales y compuestos orgánicos, algunos de ellos tóxicos, existentes en los lodos de depuradora.
En la actualidad, los investigadores de la UPM están ampliando estos estudios para la aplicación directa en campo de este material producido a partir de lodos de depuradora, así como de otro tipo de residuos orgánicos susceptibles de ser transformados en biochar.
Estos trabajos cuentan con la colaboración de investigadores del Grupo de Tratamiento y Reutilización de Residuos Orgánicos del Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC, del Departamento de Ingeniería Ambiental de la Universidad Tecnológica de Creta (Grecia) y de lnstituto de Ecología de la Academia China de Ciencias (Guangzhou).