En los experimentos realizados por la Universidad de Birmingham, la orina almacenada durante un año tuvo poco impacto en las comunidades bacterianas del suelo y produjo un cambio mínimo en el pH y la salinidad.
Según un nuevo estudio de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido, las comunidades bacterianas del suelo son tan resistentes a la orina humana como a los fertilizantes sintéticos, lo que hace viable el reciclaje de este fluido corporal como abono para los cultivos agrícolas.
Los científicos descubrieron que, incluso aplicada en dosis elevadas, la orina almacenada durante un año apenas afectaba a las comunidades bacterianas del suelo y producía cambios mínimos en su pH y salinidad.
Sin embargo, los investigadores sí descubrieron que la fertilización con orina aumentaba las cantidades relativas de grupos nitrificantes y desnitrificantes en comparación con los fertilizantes sintéticos, lo que implica que podrían emitirse más óxidos de nitrógeno al fertilizar con orina.
El equipo de investigadores de la Universidad de Birmingham y del Instituto Agro Montpellier (Francia), que ha publicado sus conclusiones en Applied Soil Ecology, pide que se realicen más estudios sobre los efectos a largo plazo de la fertilización con orina, en particular sobre la producción de óxido de nitrógeno y la salinidad del suelo.
La orina fresca se compone de un 9 % de agua y el 5% restante de compuestos aminados, como urea o creatinina, aniones orgánicos y sales inorgánicas, lo que la convierte en una fuente de nutrientes y micronutrientes biodisponibles para el crecimiento de las plantas.
La reutilización de la orina humana como abono para los cultivos ha despertado gran interés, pero hasta la publicación de este estudio era necesario conocer mejor cómo puede afectar la orina a las funciones del suelo y a las comunidades microbianas.
Los científicos fertilizaron un cultivo de espinacas con dos dosis diferentes de orina humana separada en origen y almacenada, comparándolas con un tratamiento con fertilizantes sintéticos y un tratamiento con agua sin fertilización, realizado en cuatro tanques de suelo en condiciones de invernadero.
Tras 12 meses de almacenamiento, la orina presentaba un microbioma agotado, pero contenía pocas cepas comunes. Se considera que el almacenamiento de la orina durante varios meses, con el consiguiente aumento de su valor de pH (alrededor de 9 en lugar de 6,5 en el caso de la orina fresca) y de su concentración de amoníaco libre, es suficiente para inactivar la mayoría de las bacterias patógenas humanas y descomponer el ADN extracelular. Las comunidades bacterianas del suelo fueron resistentes a la fertilización con orina, con sólo un 3% de grupos de organismos afectados. La alta concentración de sal de la orina tuvo un efecto poco perceptible en la comunidad bacteriana.
«Nuestra investigación destaca el potencial del reciclaje de la orina humana para mejorar la sostenibilidad agrícola, reducir la contaminación de las aguas residuales y disminuir la dependencia de los fertilizantes sintéticos. La orina almacenada puede aplicarse con seguridad a un sistema planta-suelo sin afectar negativamente al microbioma del suelo», afirma Manon Rumeau, estudiante de doctorado de la Facultad de Geografía, Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente Universidad de Birmingham y coautora del artículo.