Los investigadores analizaron en un estudio la posibilidad de reciclar las mascarillas desechadas mediante descomposición térmica y convertirlas en combustible para producir energía.
Debido a la pandemia del COVID-19, cada día se desechan millones de mascarillas de un solo uso en todo el mundo, lo que genera un enorme aumento de la contaminación por plásticos. En un estudio reciente, investigadores de la Universidad de Corea, en Corea del Sur, estudiaron la viabilidad y los posibles beneficios medioambientales de convertir las mascarillas quirúrgicas desechadas en combustible mediante un proceso de descomposición térmica conocido como pirólisis. Sus hallazgos, publicados en la revista Bioresource Technology, allanan el camino hacia un novedoso enfoque de valorización energética de estos residuos.
Aunque la pirólisis del polipropileno -el principal componente de las mascarillas quirúrgicas- ya se ha estudiado en detalle, las mascarillas suelen contener otros rellenos que podrían afectar a su comportamiento en el proceso. Así, el equipo de investigación tuvo que analizar cuidadosamente cómo las condiciones de pirólisis afectaban a los productos obtenidos, que se presentaban en forma gaseosa, líquida y sólida. Para ello, realizaron múltiples experimentos a distintas temperaturas y con diferentes velocidades de calentamiento, capturando todos los productos y sometiéndolos a una caracterización exhaustiva.
En concreto, un conjunto de condiciones de pirólisis dio como producto principal un aceite líquido rico en carbono y deficiente en oxígeno. Los análisis posteriores revelaron que este aceite tenía un alto valor calorífico de 43,5 MJ/kg, ligeramente inferior al del gasóleo y la gasolina. En otras palabras, los resultados demostraron que las mascarillas quirúrgicas pueden convertirse en un combustible que, a su vez, puede utilizarse, por ejemplo, para generar electricidad.
Sin embargo, la historia no termina ahí, ya que ser capaz de convertir los residuos en algo útil no lo convierte necesariamente en una buena idea. Es importante evaluar primero el impacto medioambiental combinado de todos los procesos implicados y compararlo con el de las prácticas actuales antes de pensar en aplicarlas. Por eso, los investigadores realizaron una evaluación del ciclo de vida (ACV) de su propuesta de metodología para entender mejor sus pros y sus contras.
El ACV es un enfoque muy extendido para cuantificar los impactos ambientales asociados a todo el ciclo de vida de un producto; en este caso, las mascarillas desechadas marcaban el inicio del ciclo mientras que la electricidad generada con el combustible obtenido marcaba su final.
Los resultados del ACV fueron prometedores, ya que indicaron que la conversión de las mascarillas en electricidad mediante pirólisis ofrecía un mejor rendimiento que la mayoría de los enfoques convencionales de gestión de residuos en varios frentes, como menos emisiones de CO2, menos ecotoxicidad terrestre y menos emisiones de fósforo. «Hemos comprobado que el upcycling de máscaras quirúrgicas postconsumo en productos energéticos de valor añadido representa una vía sostenible y prometedora con notables beneficios medioambientales», destaca el Dr. Xiangzhou Yuan, uno de los responsables de la investigación en la Universidad de Corea.
En general, las conclusiones de este estudio indican que la pirólisis es una opción atractiva para resolver los problemas que plantean las mascarillas quirúrgicas desechadas, lo que allana el camino hacia una gestión sostenible de estos residuos, al tiempo que se genera energía y se reduce el impacto ambiental.
«Conocer nuevas formas de convertir las mascarillas quirúrgicas en productos energéticos de valor añadido nos ayudará a mitigar la contaminación por plásticos y a conseguir una conversión sostenible de residuos en energía en el futuro», concluye el profesor Yong Sik Ok, otro de los autores del trabajo.