Un estudio sugiere que algunos procesos fisiológicos críticos para producir la fotosíntesis, y que no se tenían en cuenta en los modelos globales, son esenciales en la capacidad de las plantas para fijar el dióxido de carbono.
Un nuevo estudio dibuja un panorama inusualmente optimista para el planeta. Y es que, según modelos ecológicos más realistas, las plantas del mundo podrían absorber más CO2 atmosférico procedente de las actividades humanas de lo que se había previsto hasta ahora.
A pesar de este hallazgo, los científicos medioambientales responsables de la investigación se apresuran a subrayar que esto no significa en modo alguno que los gobiernos del mundo puedan suavizar sus obligaciones de reducir las emisiones de carbono lo antes posible. La simple plantación de más árboles y la protección de la vegetación existente no son soluciones milagrosas, pero el estudio subraya las múltiples ventajas de conservar la vegetación.
«Las plantas absorben una cantidad sustancial de dióxido de carbono (CO2) cada año, frenando así los efectos perjudiciales del cambio climático, pero no se sabe con certeza hasta qué punto seguirán absorbiendo CO2 en el futuro», explica el Dr. Jürgen Knauer, director del equipo de investigación del Instituto Hawkesbury de Medio Ambiente de la Universidad de Sídney Occidental.
«Lo que descubrimos -explica-es que un modelo climático bien establecido que se utiliza para alimentar las predicciones climáticas globales realizadas por el IPCC predice una absorción de carbono más fuerte y sostenida hasta finales del siglo XXI cuando tiene en cuenta el impacto de algunos procesos fisiológicos críticos que rigen la forma en que las plantas realizan la fotosíntesis».
«Hemos tenido en cuenta aspectos como la eficacia con la que el dióxido de carbono se desplaza por el interior de la hoja, la forma en que las plantas se adaptan a los cambios de temperatura y la manera más económica de distribuir los nutrientes en su follaje. Se trata de tres mecanismos muy importantes que afectan a la capacidad de las plantas para «fijar» carbono, pero que no suelen tenerse en cuenta en la mayoría de los modelos globales», explica Knauer.
La fotosíntesis es el término científico que designa el proceso por el que las plantas convierten -o «fijan»- CO2 en los azúcares que utilizan para su crecimiento y metabolismo. Esta fijación de carbono sirve como mitigador natural del cambio climático al reducir la cantidad de carbono en la atmósfera. Es este aumento de la absorción de CO2 por la vegetación el principal impulsor del creciente sumidero de carbono terrestre registrado en las últimas décadas.
Sin embargo, es posible que el efecto del cambio climático sobre la absorción de carbono por la vegetación no dure para siempre, y hace tiempo que no está claro cómo responderá la vegetación al CO2, la temperatura y los cambios en las precipitaciones, que son significativamente diferentes de lo que se observa hoy en día. Los científicos han pensado que los cambios climáticos intensos, como sequías más extremas y calores severos, podrían debilitar significativamente la capacidad de sumidero de los ecosistemas terrestres, por ejemplo.
No obstante, en su investigación, publicada recientemente en la revista Science Advances, Knauer y sus colegas presentan los resultados de su estudio de modelización establecido para evaluar un escenario climático de altas emisiones, con el fin de comprobar cómo respondería la absorción de carbono por la vegetación al cambio climático global hasta finales del siglo XXI.
Los autores probaron distintas versiones del modelo que variaban en su complejidad y realismo en cuanto a la forma de contabilizar los procesos fisiológicos de las plantas. La versión más sencilla ignoraba los tres mecanismos fisiológicos críticos asociados a la fotosíntesis, mientras que la más compleja tenía en cuenta los tres.
Los resultados fueron claros: los modelos más complejos, que incorporaban una mayor parte de los conocimientos fisiológicos actuales sobre las plantas, proyectaban sistemáticamente mayores aumentos de la absorción de carbono por la vegetación a escala mundial. Los procesos considerados se reforzaban mutuamente, de modo que los efectos eran aún mayores cuando se combinaban, que es lo que ocurriría en el mundo real.
Silvia Caldararu, profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Naturales de Trinity College de Dublín, en Irlanda, participó en el estudio. Contextualizando los hallazgos y su relevancia, afirma que «dado que la mayoría de los modelos de la biosfera terrestre utilizados para evaluar el sumidero mundial de carbono se sitúan en el extremo inferior de este rango de complejidad y sólo tienen en cuenta parcialmente estos mecanismos o los ignoran por completo, es probable que actualmente estemos subestimando los efectos del cambio climático en la vegetación, así como su resistencia a los cambios climáticos. A menudo pensamos que los modelos climáticos tienen que ver con la física, pero la biología desempeña un papel muy importante y es algo que realmente tenemos que tener en cuenta».
«Este tipo de predicciones tiene implicaciones para las soluciones al cambio climático basadas en la naturaleza, como la reforestación y la forestación, y para la cantidad de carbono que pueden absorber estas iniciativas. Nuestros hallazgos sugieren que estos enfoques podrían tener un mayor impacto en la mitigación del cambio climático y durante un período de tiempo más largo de lo que pensábamos», explica Caldararu.
«Sin embargo -añade-, plantar árboles no resolverá todos nuestros problemas. Es absolutamente necesario reducir las emisiones de todos los sectores. Los árboles por sí solos no pueden ofrecer a la humanidad una carta de libertad».