Las conclusiones de un reciente estudio sugieren que en determinados contextos, articular el desarrollo a partir de una dimensión exclusivamente económica no es una solución acertada.
Un estudio realizado por investigadores de las universidades de Granada y Oslo destaca la importancia de implementar políticas económicas, sociales y medioambientales equilibradas para conseguir el bienestar de las generaciones actuales y futuras
Por lo general, y aún más en tiempos de crisis económica, los gobiernos priorizan la dimensión económica sobre la medioambiental y social, aunque en muchas ocasiones las personas desempleadas no solo requieren de medidas que disminuyan su vulnerabilidad económica: también necesitan políticas que mejoren sus condiciones laborales, sus lazos sociales, su contacto con el entorno natural o su participación política, destaca el trabajo.
La investigación, publicada en la revista Journal of Cleaner Production, se realizó a través de talleres participativos con población desempleada de Granada. Para seleccionar a las 16 participantes en los talleres, se realizó una encuesta a 129 personas (72 mujeres y 57 hombres).
Los talleres se basaron en el enfoque de Desarrollo a Escala Humana del prestigioso economista chileno Manfred Max-Neef que destaca la interdependencia de las dimensiones económica, social y medioambiental.
Participación ciudadana y cohesión social
Los resultados de la investigación evidencian que cuando los participantes en los talleres discutían sobre los objetivos de la política pública y las medidas necesarias para potenciar su bienestar, no enfatizaron en mejorar su poder adquisitivo y conseguir empleo. Las intervenciones económicas, como proporcionar una cobertura universal de las necesidades básicas, se consideraron fundamentales, pero siempre que estuvieran necesariamente conectadas con procesos institucionales destinados a empoderar a los trabajadores, promover la participación ciudadana y mejorar la cohesión social.
Destacaron, además, la importancia en este proceso de iniciativas ambientales relacionadas con la conservación de los recursos naturales locales, como por ejemplo los huertos urbanos. En este sentido se hizo hincapié en la importancia de una pedagogía crítica como herramienta para la sostenibilidad ambiental, la expansión de las capacidades humanas y la satisfacción de necesidades que vayan más allá de la de subsistencia, como las de protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad.
Esta comprensión del desarrollo humano no solo se alinea con el enfoque del desarrollo sostenible popularizado por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1987, también por el promovido actualmente en la agenda 2030 de Naciones Unidas. Sin embargo, las conclusiones del trabajo sugieren que en determinados contextos, articular el desarrollo a partir de una dimensión exclusivamente económica no es una solución acertada.
Las conclusiones del actual trabajo se sitúan en la órbita de discusión de enfoques críticos con el crecimiento económico como el decrecimiento o el buen vivir, así como de proyectos alternativos como las ciudades en transición, los ‘ecomunicipios’, los mercados sociales y las monedas locales, entre otros.
Fuente:
Sinc