La profesora de la Universidad de Queen Myra J Hird alerta del «racismo medioambiental» en su último libro, «Wastes: The Basics», y reclama políticas que responsabilicen a la industria de los productos que fabrica y de sus residuos.
Las actuales políticas de gestión y tratamiento de residuos agravan las desigualdades en el mundo, según afirma la profesora e investigadora de la Escuela de Estudios Ambientales de la Universidad de Queen (Canadá) Myra J Hird en su último libro, titulado «Wastes: The Basics».
Hird también afirma que se responsabiliza «desproporcionadamente» a los consumidores de la crisis de la basura cuando la industria produce más residuos, y a menudo son muy tóxicos. La autora, compara esta táctica de culpar al público con las campañas de las tabacaleras para desviar la atención de los riesgos sanitarios y medioambientales del tabaco.
En lugar de culpar al público, la profesora Hird pone el foco en las políticas de gestión de residuos que dan prioridad a un enfoque del reciclado basado en los beneficios. Y aboga no sólo por un consumo más responsable, sino también por una producción responsable por parte de los fabricantes.
La académica afirma que «la crisis mundial de los residuos no se resolverá hasta que cerremos el “grifo” de la generación de desechos. Y para ello tenemos que plantearnos qué motiva a los productores a crear productos con contaminantes conocidos y desconocidos».
«Tenemos que pensar qué incentivos y sanciones normativas y políticas adoptar para responsabilizar a la industria de los productos que fabrica. Y del marketing que fomenta, incita, avergüenza, halaga y aumenta el consumo de sus productos», asegura.
«Necesitamos normativas nacionales e internacionales que obliguen a los productores a tener en cuenta los residuos y la contaminación en sus previsiones de producción. Todo esto equivale a un objetivo global: conseguir que los productores se responsabilicen de los residuos que producen la fabricación, la distribución y la venta al por menor».
«Wastes: The Basics» es una llamada a la acción para que los responsables políticos se comprometan con los residuos como una cuestión de justicia social. Basándose en la ciencia social y medioambiental, aporta pruebas de que las actitudes hacia los residuos en EE.UU. y otros países están perjudicando a las naciones y comunidades con rentas más bajas.
Según la autora, las personas de color tienen más probabilidades de vivir cerca de vertederos tóxicos y zonas contaminadas, en lo que se denomina racismo medioambiental. Lo mismo ocurre con las comunidades indígenas y las que carecen de ingresos, lo que tiene importantes repercusiones en la salud.
Un ejemplo que destaca el libro es Luisiana, en Estados Unidos, donde una franja de tierra a lo largo del Mississippi ha recibido el sobrenombre de «callejón del cáncer» porque allí se encuentran más de 200 plantas petroquímicas. Otros ejemplos son las «zonas de sacrificio», donde los residentes viven junto a industrias muy contaminadas.
Consumo excesivo
Los residuos aumentan a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos y sectores de la industria. Otros países han dado marcha atrás en sus políticas de protección del medio ambiente. El mes pasado, Donald Trump firmó una orden ejecutiva de respaldo a los sectores de producción de plástico y combustibles fósiles.
El libro muestra cómo una minoría de personas está consumiendo en exceso. Los países de renta alta representan el 16% de la población mundial, pero generan un tercio (34%) de la basura del planeta.
Según Myra J Hird, las empresas privadas de gestión de residuos también animan a los hogares a deshacerse de más para aumentar sus beneficios. Afirma que los productos de un solo uso o de vida útil corta y las campañas de marketing que fomentan el consumo son los culpables de las sociedades de usar y tirar.
Otros problemas que contribuyen a la injusticia social son la exportación de residuos de las regiones ricas a las pobres, los peligros y la inseguridad laboral que sufren los recicladores, y los «paisajes» de residuos, como los terrenos contaminados.
Un problema complejo
La profesora Hird esboza las razones por las que las comunidades con menores ingresos tienen más probabilidades de sufrir las consecuencias de los residuos y la contaminación. Tienen menos posibilidades de permitirse abogados, de disponer de tiempo para protestar contra las incineradoras y más probabilidades de aceptar una planta de residuos en su localidad a cambio de una compensación económica.
La autora afirma que la crisis mundial de los residuos es un problema complejo y que la acción individual por sí sola no puede resolverlo. Los países, organizaciones e instituciones deben trabajar juntos para establecer procesos que protejan mejor el medio ambiente y den prioridad a la reducción de residuos, añade Hird.
«Tenemos que tomar medidas para reducir el consumo siempre que podamos, intentar consumir de otra manera dentro de nuestras posibilidades. Debemos unir fuerzas para abogar por un sistema planetario menos contaminado y más justo socialmente», concluye.