El certamen, que ha tenido lugar del 16 al 18 de abril en el Palau de Fires de Girona, abordó ayer diversas iniciativas de prevención de residuos y lucha contra el desperdicio alimentario desarrolladas en grandes ciudades como París, Londres o Bruselas.
La estrategia de París para eliminar los plásticos desechables en la ciudad durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de este verano, las guarderías ecológicas en Bruselas y diferentes iniciativas que se llevan a cabo en Londres y la localidad francesa de Courbevoie para evitar que se tiren excesivas cantidades de comida fueron algunos de los casos que se presentaron ayer durante la tercera y última jornada del #wasteinprogress.
El Fórum de Gestión de Residuos Municipales, que ha tenido lugar durante tres días en el Palacio de Ferias de Girona, cerró su sexta edición con la exposición de iniciativas procedentes de Finlandia, Irlanda, Reino Unido, Francia y Bélgica. A partir de la experiencia de numerosos ponentes, sobre todo de ámbito internacional, del 16 al 18 de abril el certamen ha puesto en común iniciativas y políticas municipales de prevención de residuos para avanzar de forma efectiva hacia la descarbonización total. La asistencia total después de estos tres días ha sido de unas 1.400 personas.
Unas olimpiadas sin plásticos desechables
París (Francia) se prepara para acoger este año los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos y la ciudad se ha propuesto estar a la altura de este evento en todos los ámbitos. También en cuanto a la sostenibilidad se refiere, y es por ello por lo que trabaja, desde hace tiempo, con un ambicioso programa para eliminar los plásticos de un solo uso en la ciudad durante este período y establecerlo como una rutina a corto, medio y largo plazo.
Justine Laurent es la directora general de Circulab, la empresa que se ha encargado de planificar una veintena de acciones, entre ellas la de terminar con estos plásticos. La voluntad viene de lejos, con inicio en 2015 con la meta de transformar París en materia del medio ambiente. Cuatro años más tarde comenzó el programa de transformación olímpica, convirtiendo la eliminación de los plásticos desechables en una prioridad, definiendo un plan de acción que comenzó en 2020 y, dividido en dos partes, se propone llegar hasta el 2030.
«Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos es una de las partes, pero no la única porque queremos que esto cale entre la población y tenga continuidad», dijo Laurent, que puso sobre la mesa alguna cifra: la ciudad redujo 36 toneladas de peso en plástico desechable en el año 2023, lo que significa casi 2 millones de unidades de estos productos.
Existen numerosas iniciativas a llevar a cabo, como promover el consumo de agua potable en varios puntos para que todas las personas que lo deseen puedan llenar sus botellas. También, a la hora de comer, las comidas tendrán que venir en envases reutilizables, mientras que se intentará evitar que se repartan objetos promocionales distribuidos gratuitamente y que, en caso de haberlos, estén envueltos con materiales alternativos. Además, el plástico biodegradable no se considera una alternativa y habrá que evitarlo.
Laurent explicó también que en Francia existe una ley nacional que prohíbe muchos productos hechos de plásticos desechables, como los vasos y tapas de las bebidas calientes, y si el cliente lleva su propia taza, cada comercio y establecimiento está obligado a cobrar un precio de venta inferior. «Trabajamos con el máximo de actores implicados para fomentar la comunicación y que esto llegue de la mejor manera a los ciudadanos», incidió.
La finlandesa Kaisa Karjalainen, directora de Mission Zero Academy, perteneciente a la asociación sin ánimo de lucro Zero Waste Europe, presentó una herramienta concreta como es la calculadora de carbono, que permite evaluar cuál es el impacto que tendrá en el clima cualquier estrategia de cero residuos. Especialmente, si estas estrategias están enfocadas en la prevención y la reutilización, a su juicio, un aspecto que todavía no está suficientemente trabajado como lo están las acciones dirigidas al reciclaje.
“Cada vez hay más gente interesada en el cambio climático y disponemos de más fondos para combatirlo. Creemos que es importante poder cuantificar cómo las estrategias en prevención y reutilización pueden tener [impacto] en una ciudad, región o país concreto”. La calculadora ya está disponible para aquellos municipios asociados al programa, aunque Karjalainen considera que «debería utilizarse mucho más». Se ha probado en el País Vasco y también en la ciudad de Barcelona, que dispone de 7 estrategias de cero residuos a partir de trabajar aspectos como la recogida selectiva, los pañales reutilizables o el desperdicio alimentario, entre otros. Se ha calculado cuál sería el impacto si todas ellas se aplican hasta 2026. «Hemos visto que el cambio será muy positivo y que la reducción de la huella de carbono será notable», ha dicho.
Plan de acción en Irlanda y pañales reutilizables en Bélgica
En Irlanda, la tasa de reciclaje actualmente se encuentra en torno al 42% y estas cifras no convencen en lo más mínimo a las autoridades. El país ha puesto en marcha su primer Plan Nacional de Gestión de Residuos, una ambiciosa hoja de ruta a seguir desde este pasado mes de enero hasta el 2030. “Es la primera vez que tenemos un plan único para todo el país, a nivel nacional, en esta materia”, expuso Kevin Swift, coordinador de residuos de la región occidental Connacht–Ulster. El principal reto es que el crecimiento total de los residuos sea cero, que no haya más de los que existen ahora. Y para ello, se considera prioritario incidir en separar bien los residuos, reducir lo que va a la fracción resto, incrementar el reciclaje y también fomentar la reparación.
“Apenas estamos empezando, pero hay mucha gente implicada y ésta es una buena base para mirar hacia el futuro con optimismo. Durante este 2024 queremos estar preparados y organizados, sólo así el programa funcionará”, incidió Swift, antes de admitir que “en estos momentos no estamos separando bien los residuos y nos queda mucho trabajo por hacer”. Para ello, se considera fundamental estar encima sobre todo del sector comercial y de los pequeños negocios. En este sentido, se ha desarrollado una guía para que se aprenda a separar mejor los residuos. También en los hogares, aunque en este caso el porcentaje es «mejor».
En Bruselas (Bélgica), una de las acciones que lleva a cabo el Ayuntamiento de la ciudad es fomentar las guarderías ecológicas a partir de prácticas diversas como, por ejemplo, la sustitución de los pañales tradicionales por los pañales reutilizables, evitando de esta forma una cantidad enorme de residuos. Además, se promociona la alimentación biológica y se consume agua del grifo para no utilizar botellas, reduciendo hasta 50.000 botellas cada año en las guarderías. Después de un proyecto piloto que ha tenido éxito, este plan se está extendiendo por la ciudad.
Bénédicte Hubinon, del programa Eco-Crèche, ha explicado que estos pañales son de tejido, un material cómodo para el personal de las guarderías y que se puede limpiar fácilmente. El proveedor los recoge y entrega a los centros cada dos días después de una limpieza equiparable a la que se lleva a cabo con el material hospitalario. “Nos hemos topado con resistencias, como ocurre siempre cuando hay cambios, pero son menores de las esperadas. Los padres y madres confían más si este mensaje se le traslada desde el equipo del centro, con el que tienen más confianza y entonces la transición de unos pañales a otros es más sencilla”. Actualmente, son 12 de las 40 guarderías públicas de Bruselas las que ya trabajan de esta manera y, a pesar de no tener las competencias, también se está en contacto con los centros privados para intentar fomentar iniciativas de este tipo.
Reducir el desperdicio alimentario
Londres (Reino Unido) se ha dado cuenta de que tiene un verdadero problema relacionado con el desperdicio alimentario. Se tira demasiada comida, lo que incide directamente en la emisión de CO2. El programa ReLondon contempla una serie de iniciativas para conseguir un mundo sin residuos a partir de fomentar la economía circular para contribuir de forma directa a mermar los efectos negativos del cambio climático. Se trata de una agencia de apoyo al ayuntamiento y a los 33 municipios que forman parte de la ciudad, contando con una población cercana a 9 millones de personas. Antony Buchan es su responsable y centró su exposición en las medidas para prevenir este desperdicio.
“La producción de los alimentos comporta una emisión enorme de gases contaminantes, por lo que es inaceptable que una vez los hemos producido, se acaben tirando. Lo que se produce debe comerse, es así de claro”, dijo Buchan, y acompañó su discurso con cifras: Un millón de toneladas de comida va a la basura cada año y de esa cantidad, el 67% es del todo aprovechable. El 86% de los alimentos que se consumen está en los hogares y se considera a las familias como actores clave sobre los que trabajar. El programa plantea acciones en muchas líneas. Se trabaja sobre la oferta, incluyendo los productores, supermercados, escuelas, hospitales, guarderías, museos y restaurantes, entre otros. También sobre la demanda, la ciudadanía, a la que hay que concienciar con hábitos de consumo. El plan está trazado y también están claros cuáles son sus objetivos, como enumeró Buchan. “Debemos intentar reducir en un 50% el desperdicio alimentario cuando llegamos al año 2030 y también reducir las emisiones de CO2 relacionadas con el consumo en dos terceras partes”.
Más pequeña y con menos habitantes se presenta Courbevoie, situada junto a París y con una población cercana a las 90.000 personas. Su teniente de alcalde, Arash Derambarsh, expuso los pasos que ha seguido en los últimos años la ciudad para convertirse en un modelo a la hora de combatir el desperdicio alimentario. Una experiencia personal confluyó, con el paso del tiempo, en una ley adoptada en 2016 sin precedentes en Europa. Derambarsh fue su principal promotor.
“Durante mi etapa de estudiante apenas disponía de dinero y tenía problemas para alimentarme. Cada noche paseaba por mi residencia y veía en la basura un montón de comida desaprovechada. Me prometí entonces que algún día sería político y que aprobaría una ley en esta materia”, recordó. Con 200.000 firmas como apoyo, se acabaría legitimando por unanimidad la primera ley del mundo que obliga a las superficies comerciales de más de 400 m2 a formar parte del sistema de redistribución de alimentos y que el castigo por no hacerlo es una multa que puede alcanzar los 10.000 euros. Desde su implementación, los resultados son satisfactorios y en los últimos años se han salvado 400.000 comidas.
“Lo único que quiero es mejorar la vida de las personas porque no podemos tirar la comida que la gente necesita. Si no aplicamos esta ley, seguiremos malgastando. Queremos que Courbevoie sea un referente, un modelo a seguir. Y esperamos que todos los países de la Unión Europea hagan una ley como ésta y se mantengan firmes con las sanciones y castigos para quienes no la cumplan”. Ahora, se trabaja para que la superficie de estos comercios pase de los 400 m2 actuales a los 200 m2.