El almidón de mandioca representa una oportunidad para agregar valor a un cultivo con un fuerte arraigo cultural en los agricultores familiares del nordeste argentino, con una producción de 80.000 hectáreas.
Uno de los elementos de uso cotidiano que caracterizó al siglo XX fueron las bolsas de plástico. Pero, a pesar de la rápida popularidad que ganaron gracias a su distribución gratuita, muchos comenzaron a preocuparse por el impacto ambiental que generaban. Un estudio de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos calcula que cada persona deshecha alrededor de seis bolsas plásticas por día, lo que representan millones de toneladas de plástico al año.
Por todo esto, un equipo de investigadores del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (IPAF) NEA del INTA (Argentina) trabaja en el desarrollo del primer material biodegradable derivado del almidón de mandioca. Rolando Aguirre, especialista del IPAF NEA en Laguna Nainek (Formosa), destacó la importancia de obtener un producto biodegradable, resistente y de buena calidad. “Además de buscar un insumo que les sirva a los productores, queremos que este desarrollo represente una oportunidad para agregar valor”, expresó.
Si bien el desarrollo de biomateriales no es un tema nuevo, en Argentina la investigación con el almidón de mandioca representa una oportunidad para agregar valor a un cultivo con un fuerte arraigo cultural en los agricultores familiares del nordeste argentino, con una producción distribuida en 80.000 hectáreas entre Misiones, Formosa, Corrientes y Chaco.
El equipo del INTA está trabajando en el desarrollo de un envase biodegradable «para la comercialización de las bananas formoseñas de primera selección y de otros frutales de la zona, como papaya, mango y maracuyá”. Por ello, los investigadores elaboraron de forma artesanal, y a escala de laboratorio, cuatro polímeros biodegradables a partir de la mezcla de almidón de mandioca, glicerina y agua en los que se evaluó la resistencia y durabilidad del material obtenido.
Los investigadores elaboraron cuatro polímeros biodegradables a partir de la mezcla de almidón de mandioca, glicerina y agua
“La materia prima necesaria la elaboración de estos polímeros será obtenida en el campo de los productores”, señaló el especialista, quien además aseguró que “se trata de una tecnología pensada para la agricultura familiar y constituye un primer paso que permitirá a los productores y feriantes producir, a escala local, los empaques biodegradables”.
Un residuo orgánico
Con este producto, la intención de los investigadores es comenzar a “sustituir los materiales contaminantes por otros que puedan ser fácilmente degradados en el ambiente y que no generen los inconvenientes ambientales que provocan los plásticos convencionales”, explicó Aguirre.
Estimaciones de la EPA indican que una bolsa de plástico –las que se entregan en el supermercado–tarda entre 400 y 1.000 años en descomponer todos los elementos químicos que la conforman; mientras que una elaborada a partir de polímeros vegetales tarda de 5 a 10 semanas.
La innovación tecnológica, en este caso, está basada en los polímeros biodegradables que se obtienen del almidón procedente únicamente de las raíces de mandioca cultivadas en el NEA. “Con esto logramos transformar a la bolsa en un residuo orgánico, que al final de su vida útil, se descompone y sirve como abono orgánico para las plantas”, expresó Aguirre.