La iniciativa se enmarca en la Semana Europea de la Prevención de Residuos, que este año quiere llamar la atención sobre la necesidad de disminuir la cantidad de comida que acaba en el cubo de basura.
En el marco de la Semana Europea de la Prevención de Residuos, que este año se celebra entre el 16 y el 24 de noviembre, Sogama lanza la guía didáctica “Hazte responsable de tu cesta”,con la que pretende dejar constancia del impacto ambiental, económico y social, además de moral, que tiene tirar comida al cubo de la basura.
La guía contextualiza la problemática a nivel mundial y aporta cifras que invitan a la reflexión. Por ejemplo, según datos del Programa para el Medio Ambiente de la ONU, los hogares de todos los continentes desperdiciaron en 2022 el equivalente a más de 1.000 millones de comidas cada día, y ello mientras 783 millones de personas padecían hambre y un tercio de la humanidad atravesaba una delicada situación de inseguridad alimentaria.
El hogar constituye, por excelencia, el lugar en el que se registra el desperdicio alimentario en mayor medida: 60%, frente al 28% correspondiente a los proveedores de servicios alimentarios y al 12% del comercio minorista.
Más allá del económico y social, el desperdicio alimentario tiene un gran impacto ambiental, ya que en todas las etapas por las que atraviesan los alimentos, desde su producción hasta su consumo, se generan gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.
Recomendaciones para los consumidores
La guía incide en que, cuando desperdiciamos un alimento, desperdiciamos también la energía, el terreno, el agua, el combustible y el trabajo invertido en su cultivo, transporte, envasado y comercialización.
Entre las recomendaciones para disminuir el desperdicio alimentario, figuran, en primera instancia, la necesidad de planificar un menú semanal, hacer una lista de la compra y ceñirse a la misma, calcular las cantidades en función de los comensales y ajustar las raciones. Y si sobra comida, aprovecharla para nuevas recetas.
También abunda en la necesidad de no dejarnos llevar por los cánones estéticos de los productos, ya que las frutas, verduras y hortalizas “imperfectas” y “feas” tienen las mismas propiedades nutritivas que las “guapas”, así como de mantener el orden en el hogar, tanto en la nevera como en la despensa, debiendo colocar los productos perecederos en un lugar visible para consumirlos antes, y distinguir entre fecha de caducidad y fecha de consumo preferente. Mientras que la primera indica el momento a partir del cual un producto puede ser perjudicial para la salud, la segunda se refiere al momento en el que un producto puede perder cualidades (textura, presencia, sabor), pero no representa una amenaza para la salud.
La parte no comestible también se aprovecha
El compostaje doméstico y el industrial son dos excelentes alternativas para aprovechar la parte no comestible de los alimentos y transformarla en abono natural, con importantes propiedades fertilizantes para el suelo.
A día de hoy, un total de 474 entidades gallegas (231 ayuntamientos, 211 centros educativos y 32 colectivos sociales) están adscritas al programa de autocompostaje de Sogama, habiendo repartido la Sociedad entre las mismas, y con carácter gratuito, más de 22.700 compostadores.
Por su parte, y en relación al compostaje industrial, la Xunta, a través de Sogama, puso en marcha una red de infraestructuras para la valorización de la fracción orgánica conformada por 4 plantas de biorresiduos, una por provincia (Cervo, Cerceda, Vilanova de Arousa y Verín), y 13 plantas de transferencia de apoyo, de tal forma que la práctica totalidad de los ayuntamientos adheridos a Sogama disponen de una planta de transferencia o de compostaje a menos de 50 km de distancia, permitiéndoles ahorrar costes, tanto ambientales como económicos.