Esta semana se reanudan las negociaciones en torno al Tratado Mundial sobre los Plásticos, y un grupo internacional de científicos ha renovado su llamamiento para que las ambiciones y compromisos del acuerdo se basen en pruebas científicas sólidas y libres de conflictos de intereses.
Representantes gubernamentales de todo el mundo y unos 4.000 observadores que representan diferentes ámbitos de la sociedad se reunirán en Ottawa (Canadá) del 23 al 29 de abril para celebrar la cuarta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-4) del Tratado Mundial sobre los Plásticos.
Será la cuarta de las cinco sesiones previstas para negociar un tratado mundial internacional y jurídicamente vinculante tras el mandato firmado por los 193 líderes mundiales en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en marzo de 2022.
Parte de los debates se centrarán en el mandato -y posteriormente en la designación y el desarrollo- de un organismo científico que fijará objetivos y criterios de evaluación, y supervisará los avances una vez firmado el tratado.
En un artículo publicado en la revista Science, cuatro destacados miembros de la Coalición de Científicos por un Tratado sobre Plásticos Eficaz afirman que dicho organismo debería incorporar «una sólida política de conflictos de intereses» para garantizar decisiones imparciales y basadas en pruebas sobre el futuro de los plásticos.
Esta coalición la forman un grupo de más de 350 científicos independientes de más de 60 países que se han unido para apoyar a los Estados miembros en las negociaciones del Tratado aportando pruebas científicas sólidas.
Han mostrado su preocupación por el número de grupos de presión de combustibles fósiles y productos químicos que han asistido a las negociaciones hasta ahora, y por las recientes recomendaciones de limitar los objetivos del tratado a la mejora del reciclado y la gestión de residuos en lugar de reducir la producción y el consumo de plástico.
Dado que la magnitud de la contaminación plástica mundial «obstaculiza el derecho humano a un medio ambiente limpio y seguro», y que la producción sigue aumentando rápidamente, los científicos afirman que el tratado debería abordar las repercusiones de los plásticos en la salud humana y medioambiental.
Así, han instado a los negociadores a adoptar y reforzar enfoques que prohíban la producción de los plásticos, sustancias químicas, polímeros y productos más peligrosos e insostenibles que ya han sido prohibidos o restringidos en otros acuerdos multilaterales sobre medio ambiente. Posteriormente podrían ampliarlo para incorporar elementos fuera del ámbito de los acuerdos existentes.
También han pedido la designación de un organismo científico independiente y respaldado tanto por una sólida política de conflictos de intereses como por una amplia representación regional y de múltiples partes interesadas.
«Las pruebas científicas de los daños a lo largo del ciclo de vida del plástico -desde la extracción del material hasta su eliminación- han contribuido a crear una oportunidad única en el planeta para abordar el problema de la contaminación por plásticos mediante un tratado mundial jurídicamente vinculante», dice Richard Thompson, jefe de la Unidad Internacional de Investigación sobre Basuras Marinas de la Universidad de Plymouth (Reino Unido). .
Para Tom Gammage, científico social marino de la Universidad James Cook (Australia) y licenciado en Biología Marina, «la oportunidad única de combatir la contaminación por plásticos que presenta el próximo tratado mundial depende de un factor crítico: una orientación científica independiente. En un panorama dominado por la intrincada complejidad de los plásticos y la implacable influencia de los combustibles fósiles y las industrias químicas, no se puede exagerar la necesidad de una interfaz ciencia-política libre de conflictos de intereses. No sólo es esencial: es nuestra mejor apuesta para un futuro sostenible».
En la misma línea, Trisia Farrelly, codirectora del Centro de Investigación sobre Ecología Política de la Universidad de Massey (Nueva Zelanda), explica que «a lo largo de las tres sesiones de negociación celebradas hasta ahora para elaborar un tratado mundial sobre los plásticos, un número creciente de científicos, miembros de organizaciones de la sociedad civil y delegados de los Estados miembros han reclamado un tratado jurídicamente vinculante basado en una ciencia fiable e independiente».
Bethanie Carney Almroth, catedrática de Ecotoxicología de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), insiste en que «las pruebas científicas son muy claras y la producción actual de plásticos no es sostenible. La producción y el uso de miles de sustancias químicas peligrosas en los plásticos no es sostenible y dificulta la circularidad. Los Estados miembros pueden confiar en esa ciencia sólida e independiente para apoyar la adopción de obligaciones ambiciosas y eficaces en el futuro tratado mundial sobre los plásticos. La ciencia también puede ayudarnos a encontrar vías para proteger el derecho humano a un medio ambiente limpio, sano y sostenible».