El objetivo es reducir las emisiones de CO2 y limitar la producción de biocarburantes a partir de cultivos alimentarios.
En la última década, la UE ha promovido la producción de biocombustibles para reducir las emisiones de CO2 asociadas al transporte. Pero a día de hoy, algunas voces afirman que los biocarburantes han generado más CO2 del que han evitado, debido a que la demanda de cultivos necesarios para su producción ha provocado deforestación.
Por este motivo, la UE quiere limitar el combustible producido a partir de cultivos alimentarios y reemplazarlo por los conocidos como biocombustibles de segunda generación, obtenidos a partir de fuentes no alimentarias como los residuos.
La UE se ha comprometido a que en 2020 el 10% del combustible para el transporte provenga de fuentes renovables, principalmente de los biocarburantes. Pero la presión es cada vez mayor para limitar la cantidad de recursos alimentarios utilizados para producir biocombustibles.
En respuesta, la comisión parlamentaria de Medio Ambiente de la Eurocámara respaldó ayer el consenso alcanzado con los Gobiernos de la Unión Europea para limitar el volumen de combustible producido a partir de cultivos alimentarios como la semilla de colza y el aceite de palma.
Además, los eurodiputados quieren distinguir entre los mejores y los peores biocombustibles producidos a partir de alimentos. El aumento del CO2 provocado por el cambio de uso de la tierra (supresión de bosques para dedicarlos a cultivar biocombustibles) se tendría en cuenta al calcular las emisiones evitadas por los biocarburantes.
Para entrar en vigor, la nueva legislación tendrá que someterse a una segunda votación en el Parlamento Europeo y ser aprobada por los Estados de la UE.